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Elías Bluth


    Elías Bluth es el vicepresidente de la Nueva Congregación Israelita (NCI).

Elías: En los años 30 y hasta la iniciación de la Segunda Guerra Mundial viene la tercera oleada, no tan grande numéricamente como las dos anteriores pero cualitativamente –si hablamos en términos culturales– mucho más rica. Es [la ola] de los judíos alemanes o de habla alemana, que incluía: a los alemanes, a los judíos austríacos y a algunos de la entonces Checoslovaquia, especialmente la parte de habla alemana. Porque la gente se olvida, pero así como el inglés es hoy la lengua franca, en el centro de Europa la lengua franca era el alemán. Pero fundamentalmente se alimenta de los judíos de Alemania y de Austria, y es una ola migratoria de características muy especiales. Primero, cultores del idioma alemán, conocedores de la cultura alemana y que si bien muchos de ellos tuvieron que dedicarse a actividades pedestres, menores, terciarias, pequeñas tiendas o lo que fuere, sin embargo, tenían otro nivel de actividad. Es la gente, si les puedo dar algunas características, que después conformaron [sic] una Nueva Congregación Israelita. Entonces, los servicios ya eran parte en hebreo o arameo y parte en alemán; ahora [el servicio] es parte en castellano pero parte en alemán, con coro en las sinagogas (una cosa que la ortodoxia no aceptaba, pero era típicamente de las prácticas de las iglesias protestantes alemanas; jugaban al bridge, tenían animales domésticos).

Una cosa que parece menor, pero para ilustrar: mi padre menospreciaba a quienes tuviesen mascotas, solamente los gentiles tienen mascotas, los no judíos tienen mascotas. ¿Cómo se puede gastar dinero y cariño y afecto en un animal? No concebía eso, eso era perder el tiempo, era un lujo. ¿Por qué? Porque los judíos de Europa oriental, Polonia, Rusia, identificaban a los no judíos con los señores feudales, con los "otros", esos sí con caballos, perros de caza y miraban con desprecio. Entonces, eran judíos diferentes, eran judíos que formaban clubes de libros; había una identificación mucho mayor con su país y su cultura de origen, a pesar por supuesto de lo que sucedió después; para ellos era inconcebible que su Alemania, la Alemania de Goethe y Beethoven, de alguna manera de la que se sentían tan parte de [sic] siglos y siglos, hubiese tomado esa dirección.

Pero entonces se creó la Nueva Congregación Israelita con esas características. Los demás los miraban con cierta ironía, los judíos más finos, aunque económicamente no estaban en mejor condición e incluso en promedio probablemente las otras comunidades, la sefaradí y la ashkenazí, no creo que fuesen más pobres o más ricas. Creo que se fueron desarrollando las tres comunidades en una forma más o menos paralela, pero culturalmente eran muy distintas. La cultura de la Kehilá tenía una identidad judía mucho más notoria, más resistente a la asimilación y a la integración, mientras la comunidad alemana y la sefaradí eran mucho más afines a la integración social y cultural. La sefaradí, por el idioma y sus características de pueblos mediterráneos, y la alemana, por su condición de una comunidad de un país de occidente, culto, avanzado, muchos universitarios.  [Y fueron] los primeros que tuvieron clubes de gimnasia, había cultores de la educación física, una cosa que los judíos tradicionales y ortodoxos también [consideraban que] era una actividad de los gentiles. El judío tiene que dedicarse al estudio y al comercio y a una actividad productiva; el deporte y la cultura física, educación física, de nuevo: cosa de gentiles. Y sin embargo, en la comunidad alemana había grupos de gimnastas que se reunían en Macabi de aquella época, que hacían deportes, una cosa un poco distinta.

Entrevistador/a: Nosotras, las preguntas que habíamos pensado las agrupamos en cuatro temas: personales, de la NCI, del judaísmo como cultura-religión y de cómo es en Uruguay. De tu familia, ¿quienes fueron los que vinieron a Uruguay? ¿Fueron tus padres?
Elías: Mis padres. Lo que pasa es que yo no hablé de esta última ola, pequeña numéricamente, pero que tuvo características también especiales: es la ola que vino después de la Segunda Guerra Mundial, es la última si se quiere, y esa tuvo algunas características especiales. Algunos eran simplemente parientes refugiados, rezagados, que habían sobrevivido, que fueron llamados por sus familias acá y que se integraron a algunas comunidades, probablemente en mayor grado a la ashkenazí y la húngara. Y algunas como nosotros, que eran de Bélgica, como es mi caso, algunos franceses, que vinieron después de la Segunda Guerra Mundial buscando a nuestros padres, para darle la espalda a Europa y buscar la paz y la seguridad en América. Si por alguna razón no pudieron llegar a América del norte, vinieron a América del sur. Uruguay era en aquel entonces la "Suiza de América" y además mis padres tenían amigos de Bélgica, que habían venido un poco antes. Así que la primera generación, en nuestro caso fueron mis padres, y después de la Segunda Guerra Mundial.

Entrevistador/a: ¿Cómo percibían ellos el Uruguay que los recibió?
Elías: Me acuerdo que mi padre hizo una especie de viaje exploratorio, y primero visitó Argentina, cuando ya estaba Perón en el poder y le asustó el nacionalismo; todo era de la nación y eso él lo asociaba con el sentir del Reich. Y después vino acá a visitar a sus amigos y le contaron que Berreta y después Luis Batlle Berres caminaban por la calle sin guardias y sin escolta, y le pareció como el paraíso, un rincón del mundo donde reinaba la paz, la concordia, el bienestar, la democracia y un Estado secular. Es decir, el batllismo, y todo lo que significaba en cuanto a separación entre Iglesia y Estado. Para un inmigrante, especialmente para un inmigrante judío, era especialmente atractivo. Acá se encuentran con un país [en] que hacía cincuenta años, o más, ya había separación entre la iglesia y el Estado, una educación publica y laica, todos los niños con sus túnicas blancas y sus moñas azules, todos iguales, ricos, pobres y todos los grados intermedios. Uruguay era visto como un país sumamente atractivo para gente que venía, con el recuerdo aún reciente, las cicatrices aún abiertas, de la Segunda Guerra. Mis padres eran los dos belgas. Habían nacido en lo que se llamó el Imperio Austro-húngaro. Se habían formado y forjado en Bélgica, sin tener la nacionalidad Belga, y los tres hijos nacimos en Bélgica, vinimos acá ya de niños.

Entrevistador/a: Hablando ahora sobre la NCI ¿Cuántos asociados tiene?
Elías: Son unas novecientas familias; estamos hablando de tres o cuatro mil personas. Y tiene algunas características que realmente la distingue de las otras. Primero, en el judaísmo a nivel mundial hay tres y hasta cuatro grandes corrientes. Acuérdense que no hay una autoridad como la del papa, que impone el dogma y que lo unifica, y [que] dentro de esas cuatro corrientes, y especialmente en tres de ellas, hay matices. Entonces, diríamos [que] la primera gran corriente es la Ortodoxia. Dentro de la Ortodoxia hay dos grandes corrientes también: la Ultraortodoxia y la Ortodoxia "común". Y ambas corrientes pretenden cumplir estrictamente con las normas establecidas en la Torá, Pentateuco, a través del Talmud, de la enseñanza de los rabinos. Son muy estrictos en cuanto a sus restricciones dietéticas y comer kasher; en el matrimonio tienden a la endogamia, entonces, las conversiones son un proceso difícil y largo [sic] (no la rechazan, no la niegan, pero es largo); cumplimiento estricto del Shabat; la separación en los servicios religiosos entre hombres y mujeres (a veces separados estrictamente con cortinas o paredes o lo que fuere, porque la tradición así lo establece); las mujeres cabeza cubierta, los hombres con sus barbas siguiendo aquello de una norma bíblica de "no cortarás tu cabello", en fin. Esa es la ultra, pero también hay una ortodoxia menos aparente, menos externa, pero que cumple o pretende cumplir estrictamente con la normativa judía que se llama Halajá, la ley.

La segunda corriente es llamada la corriente Conservadora, es con la que oficialmente está identificada la NCI, es la única de esas características. Es claramente una visión más pluralista, más abierta, menos ortodoxa, que pretende cumplir con la ley (por lo menos el rabino quisiera que todos cumpliésemos con la ley), pero con una visión mucho más moderna-contemporánea. Parte de una premisa que parece muy sencilla, pero que no es aceptada comúnmente, que es la siguiente: las seiscientos trece condiciones que integran la Torá y componen el cuerpo de la ley es el resultado no solamente de lo que el Pentateuco establece en forma literal, [sino que] es el resultado aluvional de generaciones y generaciones de discusiones de rabinos que al final interpretan la norma.

Les voy a dar un ejemplo: la Halajá impone una separación drástica y completa entre lo cárnico y lo lácteo; hay que mantenerlo separado y hay que esperar unas horas entre comer una cosa y otra. ¿De dónde nace eso?  Hay un versículo en la Biblia que dice "no comerás el ternero, en la leche de su madre". Bueno, uno podría decir literalmente: si yo tengo una vaca y he ordeñado, no voy a cocinar el producto de su vientre en su propio líquido vital, tiene una cosa medio mística, porque tiene a su vez un contenido poderoso. Pero los rabinos fueron interpretando eso y dijeron: "¿cómo sé yo que en esta botella de Conaprole no está la leche de la vaca del cual se alimentó un bovino?". Entonces, la norma era: mantén separado lo cárnico de lo lácteo y no vas a correr riesgos. Y hay muchísimas reglas de ese tipo: "no trabajarás el sábado". No es "descansarás el sábado". Bueno, ¿qué es trabajar?, ¿qué es descansar?, ¿cargar cosas es trabajar? Sostienen que prender la luz es hacer que una corriente empiece a generar luz, entonces, es trabajo. Los ortodoxos realmente viven muy preocupados por el cumplimiento de toda esa normativa.

En la corriente Conservadora nosotros sostenemos que los rabinos de hoy , los sabios de hoy y los intérpretes de hoy tienen tanta autoridad moral e intelectual como los rabinos de antaño; que nada está congelado. Bueno, nosotros somos de la tesis [de] que la Torá, todas las prohibiciones, todas las reglas, tienen que ser interpretadas a la luz de las nuevas realidades y de los valores de nuestro tiempo. Entonces, para los conservadores creyentes, hay que cumplir con la ley pero hay que interpretarla de acuerdo a patrones más nuevos y a la luz de [las] sociedades seculares en las que estamos insertos. Por lo tanto, con esa idea, la NCI es la inspiradora, y su rabino integra la Confraternidad Judeocristiana. La Kehilá siempre miró con desconfianza la creación de la Confraternidad Judeocristiana, no sea cosa que nos contaminemos y perdamos identidad.

Un ejemplo es integrar el idioma vernáculo al rito, al ceremonial. Si tú mirás el libro de rezo nuestro, de la línea Conservadora, hay partes que se leen en castellano enteramente y hay partes que se leen en su idioma original. Se parte de la premisa de que el uso del idioma vernáculo contribuye a que los niños entiendan más y mejor. Además, vas a un templo conservador como el nuestro y la familia está sentada toda junta, mientras que en una sinagoga ortodoxa la mujer por un lado y el hombre por otro. Yo todavía tengo el recuerdo en la infancia, antes de los cinco yo acompañaba a mi abuelo a la sinagoga ortodoxa, porque mi familia lo era y mi abuelo era uno de los que, digamos, dirigían la ceremonia, y tengo un vago recuerdo de que era un templo chiquitito y que tenía como un puentecito elevadizo y se levantaba con una cadena y arriba estaban las mujeres, para que pudieran oír pero no ver, no tentarse con la belleza masculina, y los hombres a su vez no tentarse con la hermosura femenina y sus cabelleras, cosa que es un tema que también hay distinciones entre los ultraortodoxos.

Otra diferencia es la conversión. Nosotros siempre sentimos que las parejas mixtas… Cuando realmente un chico o una chica judía están enamorados y quieren casarse con alguien por fuera de la Congregación, la tendencia de nuestra Congregación es: "no queremos perder, queremos sumar".Y si esa persona internamente quiere que su familia sea judía, entonces, nosotros vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para incorporar, no rechazar, no expulsar. Entonces, tenemos un proceso de convertimiento mucho más flexible, de mayor apertura, de mayor alegría, estamos considerándolo no como una carga, sino como una incorporación nueva. Las ceremonias de conversión en la NCI son muy lindas. Inclusive, cuando se completa el proceso, la comunidad le da como una bienvenida a la nueva pareja, al converso o a la conversa. Todo eso hace que nos sintamos diferentes, como acompañando más lo que los nuevos tiempos requieren de nosotros.

Entrevistador/a: En el caso que ponías recién de una persona judía que se enamora de una no judía y se quiere casar, ¿se trata de que esa persona no judía se convierta, o se acepta igual el matrimonio sin que haya una conversión?
Elías: No, la verdad no hemos llegado al punto de hacer la ceremonia religiosa judía a una pareja donde uno de los dos no sea judío. Ahí entra la tercera corriente: el Reformismo, que tiene predicamento en Estados Unidos. Ahí hay un rabino y un cura iniciando en el matrimonio, bendiciendo el vínculo. El proceso de conversión es más fácil, más abierto, pero partimos de la premisa de que es una pareja judía y hay que hacer las cosas en serio. Nosotros no obligamos a nadie a la conversión.

Entrevistador/a: Para la NCI, como parte de la corriente Conservadora, ¿qué es ser judío? ¿Es el nacido de vientre judío?
Elías: En principio, la ley sigue siendo esa. Nuestro rabino no puede cambiar lo que está claramente establecido en la normativa, la Halajá. Automáticamente, quien nace de vientre judío es judío, eso él no lo va a cambiar y dentro de la línea Conservadora lamentablemente esa sigue siendo la norma. Pero entonces, ¿qué es lo que sucede?: de repente viene un padre y quiere que su hijo haga su Bar Mitzvá, y el rabino probablemente le haga unas preguntas, pero no indaga demasiado. En cambio, si vas a una comunidad ortodoxa hacen indagaciones y preguntan quiénes son los padres del chico, piden el certificado de conversión.  Es decir, nuestro rabino no cambia la ley, pero va a buscar hacer lo imposible para mantener a la gente dentro de la ley. Se producen problemas dentro de la Ortodoxia en el tema de derechos de familias (no me citen pero es así, es terrible). Las normas de derechos de familia seculares, medievales son muy difíciles de convivir [sic]. Por ejemplo, el tema de la adopción. Yo tengo una familia amiga; adoptaron dos chicos no judíos. Militan en un movimiento juvenil sionista, pero nunca se convirtieron.  Bueno, los padres eran socios de la Kehilá, hablaron con el rabino y se armó un lío. Sin embargo, cuando fueron a lo de Bloch (el rabino de la NCI) les dijo: "primero vengan, intégrense a la comunidad y después vamos a ver cómo resolvemos ese tema". Es una actitud diferente, él no puede cambiar la ley, pero no los va a rechazar nunca. 

Entrevistador/a: Y para ti, ¿qué es ser judío?
Elías: Realmente hay tantas definiciones sobre identidad judía como judíos. Para cada uno tiene una connotación diferente el concepto de la identidad. Te diría que para un sector quizás minoritario, básicamente, es un sentimiento religioso y de identidad con el Antiguo Testamento y todos los escritos que derivaron de él.  Ese es un sector, es decir, el factor religioso y basado fundamentalmente en la sacralidad, no en la interpretación literal, pero sí en la interpretación literal y evolutiva de la Torá, los cinco libros de la ley y los libros que le sucedieron. Y para eso hay que tener en cuenta que para ese grupo la observancia es literal en lo que la letra dice y evolutiva en otra, pero que la evolución cesó prácticamente en el siglo III con los grandes maestros que debatieron sobre las implicancias del texto de la Torá y eso quedó consolidado en el Talmud. Para otros, la centralidad de la identidad judía es más bien un concepto étnico-cultural. Y quizás debiera hablar de tres ejes: histórico, étnico y cultural, donde lo étnico esté quizás en un último lugar. Lo histórico, para mí, tiene mucho más sentido, es decir, en la definición de Ernesto Renán, el historiador tan importante de nuestros años mozos que decía: "¿qué es un pueblo? Es un pasado común y un futuro compartido". Básicamente, es eso, es decir, ¿qué es lo que nos une?, nos une la historia, la cultura, esa sensación de una identidad, hoy el Estado de Israel como la materialización de esa ansia hacia Israel hacia Sion, ese respeto por los lugares sagrados.

Yo, por ejemplo, soy ateo. Sin embargo, la gente dice: "¿cómo podés predicar en la sinagoga?", y para mí no es un tema que suponga una contradicción sino que es importante que hace dos mil o tres mil años un grupo de gente creyó esto, y en base a [sic] eso desarrolló su identidad y enriqueció sus espíritus y metió un legado que llega hasta hoy. Yo puedo entender la Torá sin la presencia divina, es decir, como el producto de gente sabia que se unió. Eso, para mí, es un hecho histórico sin par, riquísimo, que da para que sigamos miles de años para delante tratando de entender lo que la gente entendió, tratando de sentir lo que la gente sintió, y dar un sentido distinto a lo que sintió y que ese sentido guíe nuestras vidas.

Entonces, ustedes ven cómo un ateo, un agnóstico que siente una identidad más bien histórica, cultural y étnica, porque se supone que descendemos de esos pueblos de Medio oriente, sintamos una identidad que poco tiene que ver con la religión, a pesar de que aún los judíos más seculares, tienen siempre como punto de referencia las festividades religiosas, considerándolas más bien referencias culturales y referencias históricas y referencias de comunidad. La prueba de que no es étnica, la encontrarían en el museo de la Diáspora en Tel-Aviv. Quedarían absolutamente asombradas porque en las calles de Jerusalén encontrarían judíos negros de Etiopía, pasando por todas las gamas, y es obvio que hubo una mezcla brutal provocada por casamientos, violaciones, pueblos que recorrieron y cambiaron la fisonomía y básicamente la apariencia exterior. No tiene absolutamente nada que ver con el estereotipo de judío narigón, pelo enrulado y oscuro. Entonces ¿qué tiene que ver? Nada, absolutamente nada. A Silvia [su esposa], que es vasca, le dicen: "usted debe ser judía sefaradí o debe ser armenia". Pero todo eso es ridículo con todo lo que ha pasado en el mundo, o incluso en Uruguay; y a través de la historia pensar en esa unidad étnica en el sentido de sangre es absolutamente ridículo. Más aún, entro en terreno peligroso; mi interpretación de la regla que dice: "judío es hijo de vientre judío", fue una manera precisamente de protegerse e incorporar los productos de la misoginación de las violaciones, y  de los raptos. Es decir, si una judía quedó embarazada de una violación o de un rapto, vamos a hacer la vista gorda y "es judío el hijo de su vientre". Porque en todo lo demás [el judaísmo] es un patriarcado: honores, títulos, etc. ¿Cómo se explica que la cosa más importante, qué es ser judío o no ser judío, sea por el vientre materno? Porque había que arreglar el tema.

Entonces, tenés esas dos grandes divisiones en materia de identidad: para unos es religión, para otros es una especie de unidad histórica que va desde el pasado y hacia el futuro y que crea un sentimiento de identidad. Por eso, muchos hablan del pueblo judío y no de la religión judía. Y curiosamente, el tema de la religión se dio en ambos extremos: se da en los más observantes y en los más asimilados y más integrados a las sociedades en las que están insertos ¿Cómo se explica eso? Hay gente que no tiene fe judía y se siente muy identificada. Y somos muchísimos, y te diría que la corriente principal hoy es más bien esa. Tan significativa es esa distinción que muchos sectores ultraortodoxos dicen que no creen en el Estado de Israel, dicen que es una creación secular, hasta pecaminosa, porque el pueblo judío sólo debe reencontrarse con la tierra prometida cuando venga el Mesías. El Mesías no vino, entonces esto es un hecho político secular. Y los líos que hay en Israel respecto a este tema son muy complicados.
           
Entrevistador/a: Ahora, entre estas personas más ortodoxas y las personas que de repente entienden que el judaísmo pasa por un pasado y un futuro común ¿hay algo que se comparte?
Elías: Yo voy al templo casi todos los viernes, y la parte de los rezos no me toca, pero me gusta que estemos dos mil personas reunidas, que cantemos las mismas canciones, me encanta escuchar al rabino que tiene alguna cosa [con la] que siempre salís enriquecido, me gusta encontrarme con mis amigos, sentir que nos une todo ese pasado lleno de gloria y de dolores, porque el Holocausto no fue tan lejos [en el tiempo]. Ustedes tienen que pensar: ¿cómo puedo negar yo mi identidad judía cuando todos los hermanos de mi padre menos uno fueron asesinados por los nazis? Yo mismo nací en Bélgica, los vi, sé lo que era y tuve episodios de antisemitismo en mi infancia. Viví con el nazismo en la puerta y por dominar el mundo. Con la creación de Israel, yo me acuerdo de estar pegado a la radio en aquella época contando los votos (entre los cuales el de Uruguay fue decisivo) para la creación del Estado de Israel, que iba a resolver todos los problemas, donde los judíos no serían perseguidos nunca más, y abriría sus puertas a los cientos y miles y millones de inmigrantes salvados del Holocausto. Entonces, yo no le puedo dar la espalda a eso.

Hoy, el último eslabón de la cadena no quisiera que se cortara acá. Mis nietos lo sentirán o no lo sentirán, no lo sé, y quizás sea omisión mía el que no lo sientan. Pero ese es el tema de la identidad, lo que uno siente. A veces se expresa en una cosa vaga, es como decir: ¿qué es lo que vincula a los uruguayos en el exterior? De repente dicen el mate y el asado. Están, entre los judíos, los que festejan Rosh Hashaná y a eso se limita su judaísmo; es muy endeble. ¿Cómo te explicás la Zhitlovsky? Que está ahí, "vivita y coleando" y son judíos comunistas, […] antisionistas, antisraelitas. La Zhitlovsky conmemora el levantamiento del Gueto; le pone énfasis a eso porque eran muchachos de la izquierda en aquella época. El Holocausto es un factor importante para ellos. Son grandes cultores de la cultura en yiddish, te cita los poetas que escribían en yiddish y se siguen sintiendo parte de una identidad. Y tú les preguntás a ellos: "¿qué los vincula?". Y te van a decir cosas muy parecidas a lo que yo te digo: un pasado, un futuro, la cultura yiddish, una tradición que no quieren ver desaparecer, etc. Entonces, respuesta muy larga a una pregunta muy sencilla. El tema de la identidad es un misterio y cada uno le da el contenido que siente que le tiene que dar.

Institucionalmente, la religión sigue teniendo un papel muy importante. La NCI, en sus inicios, estaba integrada por gente de un nivel un poco más alto culturalmente. Eran judíos de occidente de las grandes ciudades: Berlín, Viena, Frankfurt. En fin, la gente era más culta, más abierta, entonces, ya habían incorporado costumbres de las iglesias que la rodeaban: el coro, la música y su vestimenta totalmente occidental, emulando la elegancia de los que los rodeaban. Entonces, estaban más abiertos al mundo, pero la creencia en Dios y en el cumplimiento de las obligaciones seguía siendo un factor muy importante, con una interpretación, y ahí es donde se distingue, más evolutiva, más abierta, más pluralista, y tratando de adecuar las normas para tornarlas más fácilmente cumplibles [sic] en el siglo XX y XXI.

Entrevistador/a: ¿Cómo definirías la cultura judía?
Elías: Es una muy buena pregunta. Son temas que se debaten. La cultura judía es primero el producto de los textos sagrados y todos los desarrollos intelectuales que derivaron de ese cuerpo básico. Entonces, cultura judía podrían ser todas las predicas, todas las interpretaciones y todo [el] desarrollo de esa raíz básica. Esa es una dimensión. La otra podría ser la inserción de algunos de esos elementos dentro de una producción cultural de lo más diversa: Yagan y su pintura, que tiene esas figura bíblicas flotando en el aire, la literatura de escritores judíos que no pudieron evitar el ingrediente judío dentro de su literatura abierta al mundo. ¿Pero en qué consiste? ¿Por qué [es] una expresión de la cultura judía? ¿Por qué él es judío? ¿Por qué su temática, aún la más no judía, tiene ingredientes de ese pasado? ¿Por su temática? Por ejemplo, Phillip Roth, un muchacho judío norteamericano; en su supuesta autobiografía aparecen episodios graciosos de su infancia: "yo no comía y un día mi madre me dijo: comé o te mato y tenía un cuchillo en la mano". La idishemame decía: "tenés que comer" y él dice: "yo pensé que si no comía me mataba". Y bueno, eso es historia judía, porque a su vez esa madre es un estereotipo. Ninguna madre mata a su hijo literalmente porque no coma, lo puede zarandear sí, seguramente. Pero él, como niño judío, vivió esa presencia como algo muy fuerte que condicionó su psiquis, su comportamiento.

La obsesión con la cultura y la formación, que se ve hasta en el chiste. Cuando le preguntan a una señora en la plaza cómo se llaman sus dos hijos, ella responde: "el doctor se llama Isaac y el abogado Moisés", porque ya estaba previsto que tuviesen que ascender socialmente a través de las profesiones. Eso es parte también de la cultura judía, cómo la gente se comporta y vive en función de ese pasado percibido. Ya estaba previsto que el nene de dos años fuera abogado y el de tres fuera médico, porque siéndoles prohibido el ejercicio de ciertas profesiones que tenían que ver con la tierra y la nobleza, y condenados a las actividades terciarias, la actividad universitaria era la manera de ascender socialmente y de integrarse a la sociedad. Entonces, cultura también tiene muchos ingredientes, la que tiene la religiosa y todas sus derivaciones tiene que ver con una especie de psiquis estereotipada o quizás compartida a raíz de ese pasado tan convulsionado, tan doloroso, lleno de expulsiones, violencia, exilio, progroms, raptos, desapariciones. Lo que esa gente produce es cultura judía. [Respecto de] Freud, que no escribió por ni para los judíos, alguna gente dice que es una expresión de la cultura.

Teresa Porzecanski sería hoy y es vista como una representante de la cultura judía uruguaya. Es una intelectual judía uruguaya. Mauricio Rosencof, desde otra vertiente, de la vertiente de la Zhitlovsky, pero también es intelectual judío uruguayo. Cuando él sale de la cárcel, va a visitar a sus padres que están en el asilo de la colectividad judía en la calle Burgues. Entonces, ¿tú creés que un tipo como Rosencof puede prescindir de su identidad judía? De alguna manera su producción literaria tiene algo incorporado que él no puede desincorporar y convierte buena parte de su literatura en una expresión de la cultura judía. Cuando leen qué es lo que le pregunta la madre después de no verlo durante quince años y haber estado en el infierno: "¿ya comiste?". Entonces, tu pregunta es muy pertinente, pero muy difícil, es casi inasible, marcha por todos esos andariveles muy distintos unos de otros.

Entrevistador/a: ¿Y vos diferenciarías la cultura judía de la tradición judía?
Elías: Podría. Los casos extremos son fáciles de definir, y en el medio, las zonas grises son siempre difíciles de distinguir. Yo pondría: tradición judía realmente tiene que ver con las tradiciones institucionalizadas, claramente identificadas, y yo me integro a esa tradición a través de una práctica. Les voy a hacer una comparación. Hay muchas personas uruguayas no católicas (te diría hasta judías) que entre comillas "festejan la Navidad" con un árbol de navidad. Ahí tenés un ejemplo. Eso es integrarse a una tradición que, normalmente, yo lo asocio más con prácticas institucionalizadas, que vienen del pasado. Entonces yo digo: tradición judía es la suma de prácticas más institucionalizadas que vienen desde miles de años, que han ido tomando distintas formas, a las cuales uno se integra casi simbólica y emblemáticamente. Yo me integro a la tradición judía y la practico a mi manera. Por ejemplo, yo tengo acá los candelabros de Jánuca. Teóricamente, hay que alumbrar uno por día de derecha a izquierda, y completás los ocho. Pero nosotros, un día juntábamos a la familia, prendíamos los ocho juntos y ya está. Nos integrábamos, participábamos de esa tradición. Si eso lo ve un rabino ortodoxo me crucifica, porque "¡cómo no empezaste de la derecha, empezaste de la izquierda; hoy es el sexto día y sin embargo prendiste las ocho!". Esto es una tradición que quiero conservar, que los niños recuerden la tradición de Jánuca. Entonces, tradición, yo diría, es la incorporación a través de la práctica de ciertas vivencias más institucionalizadas y que tienen una raíz más religiosa.

Entrevistador/a: ¿Te parece que los matrimonios mixtos hacen que se pierda un poco la cultura judía?
Elías: Sin duda. Es la única razón (porque todas las demás son mitos) por la que los padres lo resisten o lo lamentan. Lo que temen es, en el fondo, que esa cadena se corte. Nosotros, en nuestra Congregación, abrimos las puertas a los matrimonios mixtos y hacemos varias cosas. Primero, se facilita la conversión. Y segundo, aun cuando no se convierta, se trae a los niños, se los incorpora y quizás el día de mañana el padre se convierta. Se permite que los niños participen y vivan su vida judía a través de la tradición y todo lo demás. El matrimonio mixto es resistido porque se ve como una forma de pérdida de identidad y de ruptura con el pasado y con el futuro. Pero el matrimonio mixto, tal como se da en muchos casos, se vive con cierto pesar porque significa la reducción numérica y significa la pérdida de gente. Teóricamente, si no hubiese sido por el nazismo y la asimilación, tendría que haber cincuenta millones de judíos en el mundo, y hoy, en total, serán quince. Entonces claro, se vive el matrimonio mixto como una pérdida, pero no mucho más que eso.

Entrevistador/a: ¿Te parece que la comunidad judía, acá en Uruguay, es una comunidad unida o que está fragmentada por diferentes corrientes o diferentes maneras de entender el judaísmo?
Elías: Yo diría que ambas cosas; aunque parezcan contradictorias [ambas] son verdad: está fragmentada y está unida. Está fragmentada en esas tres comunidades grandes con dos o tres periféricas, y se miran con recelo, quisieran crecer y si es necesario crecer a costas de la otra: "me está sacando socios" o "ustedes están haciendo una propaganda proselitista para atraer". Es decir, hay rivalidad, hay fragmentación por temas religiosos, por temas institucionales, etc. Hay fragmentación, especialmente y como siempre, en los extremos, porque si ustedes hablan con el rabino Shemtov verán que él cree que el mundo fue creado hace 5767 años, punto. Y olvídense del carbono 14 y olvídense de fósiles, nada: impermeable, impermeable. Su práctica es muy ortodoxa y hasta al margen de Israel. Obviamente, es fragmentación. Ahora, en las grandes cosas obviamente se sienten hermanados y sienten algo muy fuerte en común que los une. Entonces, las dos cosas son ciertas. Pero, de todas maneras, como síntesis diría que, como dicen los americanos: "on the frindges" (frindges es: en los bordes) se va produciendo una erosión de identidad judía y de pertenencia.

Entrevistador/a: ¿Te parece que a veces el judaísmo puede vivirse como una responsabilidad en jóvenes que nacen de padres judíos o en las generaciones más nuevas? 
Elías: Ah sí, sin duda. No creo que sea puramente genético, no. Nacen con eso, pero a través de gestos, palabras, actos se les quiere hacer sentir que el judaísmo les traerá grandes alegrías, pero entraña responsabilidades y quisieran que las asumiesen. Y muchos jóvenes no te lo confesarán fácilmente, pero de repente lo viven como una carga. Y la responsabilidad que les fue impuesta. Yo creo que en ese aspecto quizás sea bastante parecido a un niño que nace en una familia católica muy practicante. Las instituciones ejercen una gran presión. Yo me acuerdo de niño, especialmente una época en que se vivía mucho más la persecución, sentí al judaísmo como una carga y hubiera preferido no serlo. Estoy seguro que para muchísimos niños también fue así. ¡Cuánto más fácil era la vida de un niño no judío! No sentir la repulsa, no sentir el rechazo, no sentir el ataque, no escuchar: "vuelvan a Palestina judíos de mierda".

Entrevistador/a: ¿Vos te sentís discriminado hoy en Uruguay?
Elías: Hoy no, para nada. De repente salen a luz, a la superficie, sentimientos y emociones muy atávicos de los que la gente ni siquiera es totalmente responsable, ni se da cuenta de lo que dice. Hay pequeños episodios que me confirman lo que Silvia (que dio clase de Historia en el Seminario) me ha dicho: "mirá que en el Seminario yo vi manifestaciones antisemitas, no de repente demasiado agresivas, pero que te revelan qué se siente". Cuando ella, por ejemplo hacía una pizza de las religiones y los pueblos, entonces, eran los musulmanes que ocupaban un espacio así, los católicos un espacio asá y de repente a los judíos apenas se los podía dibujar porque era una faja. Entonces los alumnos decían: "ay profesora, si están en todos lados". Claro, son quince, veinte mil judíos en total, pero los ven en Pocitos, en los boliches, en Punta del Este, están en todos lados. Cuando un chiquilín te dice: "están en todos lados", ¿qué está reflejando? Que es una presencia indeseable, que está y que preferiríamos que no estuviese. En ese aspecto hay pequeñas manifestaciones. El otro día yo estaba con un cliente importante, negociando un tema muy importante para la empresa y me decían: "vos tenés que negociar esto como un judío". ¿Por qué?, porque se asocia el judío con el hábil declarante, el hábil negociador, el que puede manipular a los otros, el que va a salir mejor de una negociación de ese tipo. No te dicen: "poné todas tus neuronas, toda tu experiencia y todas las razones por las cuales te tenemos fe, metéle". No, me dicen: "negociá como un judío".

Entrevistador/a: ¿Tus hijos se sienten discriminados entre los jóvenes?
Elías: No creo. Hoy, cada vez menos. Marcela se casó con un chico no judío que nunca se convirtió. Mis nietos quieren hacer la Bar Mitzvá y la Bat Mitzvá y lo están haciendo de una manera medio secular. Las mejores amigas de mi hija no son judías. Mi hijo Alejandro es más sarcástico y más escéptico: cree que los prejuicios están ahí, muy cerca de la superficie y que es muy fácil que irrumpan. Como la película de Bergman, El huevo de la serpiente. Esta película muestra: "sí, todo muy bien pero hay algo ahí que en la medida en que las cosas van bien no aparece. Si las cosas fueran mal es probable que aparecieran [sic]".

Entrevistador/a: ¿Y te parece que la cultura judía acá en Uruguay se ha mantenido en las generaciones más jóvenes?
Elías: También es una pregunta muy inteligente y muy buena. Mirá que mi opinión no es compartida necesariamente por todos, pero yo creo que la cultura judía hoy es más profunda y más rica que hace treinta, cuarenta años, a pesar de que la colectividad es más pequeña.

Entrevistador/a: ¿Más rica en qué sentido?
Elías: Lo que pasa es lo siguiente: en Uruguay, en la medida en que somos más, mejor formados, más seguros de nosotros mismos, social y económicamente más consolidados y menos vulnerables, ¿qué clase de personas vamos generando? Personas más cultas, más tranquilas, que pueden dedicarle más tiempo a la cultura. Entonces, empezás a ver más pintores judíos, más escritores judíos, más músicos, más actividad cultural de todo tipo. Y la calidad de lo que producen es mejor. Yo diría que los rabinos son más cultos,  en un sentido secular. El rabino ortodoxo de la Kehilá, en la calle Canelones, es un médico psiquiatra formado en Argentina. Habla un castellano impecable. Yo no estoy de acuerdo con el 90% de lo que dice, pero no importa. Alejandro Bloch fue formado en el seminario rabínico de Buenos Aires, fue rabino en Mendoza, su castellano es un castellano rico, su formación es rica y amplia. Lo que normalmente se entiende como productos culturales –el cine uruguayo, Whisky, 25 watts, los actores: Daniel Hendler, tres o cuatro de la Zhitlovsky en el galpón, críticos, pintores, etc.–, es decir, la cultura, los judíos que participan en el proceso cultural de adentro o afuera es de mejor calidad y es más rico en ese sentido.

Entrevistador/a: ¿Y te parece que eso se debe un poco a las nuevas generaciones?
Elías: Sí, sí. Han logrado combinar lo vernáculo con la tradición y están entremezclados. Es muy difícil distinguir. Donner, ¿es producto de qué? En Gurvich los elementos tradicionales están presentes en sus grandes cuadros. Y Caetano dijo una cosa muy interesante en la conmemoración del Holocausto; dijo: "miren, les va a sorprender un poco lo que voy a decir, pero Uruguay es lo que es, en alguna medida, por la incorporación de esa masa humana que le dio ciertas características a nuestro país".

Entrevistador/a: Esa era una de las preguntas que teníamos: ¿qué elementos de la cultura judía integran ahora la cultura uruguaya?
Elías: Es interesante; tratémos a través de ejemplos. El arte Gurvich, ¿hasta qué punto es un arte uruguayo y hasta qué punto es un arte judío? Es interesante, porque Gurvich fue alumno y discípulo directo de Torres García y no cabe ninguna duda que su pintura tiene raíces torresgarcianas. Y con sus años en Israel, en un kibbutz, también está la presencia judía. En uno de los grandes pintores nacionales hay un ingrediente judío. Tomen Nelson Romero, pintor de San José, del Interior, no había venido a Montevideo y de repente empezó a sentirse místicamente comprometido con elementos de la tradición judía. Hay cualquier cantidad de pinturas de él en los museos de Israel. La temática judía permea la pintura de Romero, en una forma casi obsesiva. Un tipo joven, no es judío, pero la temática judía se ha incorporado a su pintura. Ayer de mañana fuimos a la presentación del último libro de Emma Sanguinetti sobre Figari, que lo presentaba Alicia Haber con Angel Kalemberg, ambos judíos. La museología uruguaya, ¿cómo se hubiera desarrollado si no hubiera habido un Kalemberg? Kalemberg aportó su condición judía. Entones, ustedes dicen: ¿qué tiene que ver la museología y la conducción del museo con su condición judía? Entre otras cosas, su red: de repente cuando él escribe una carta, conocía al director de un museo de Nueva York, y le dio ese empuje y su formación cultural. Siempre hay un ingrediente de su ascendencia judía y de su propia identidad en su trabajo. Convirtió a ese museo en otra cosa.

Por otro lado, quizás ese afán subconsciente de destacarse, de ascender, de ser valorado, forme parte de la psiquis judía y explique por qué Alicia Haber quiere estar en todos lados y destacarse siempre. En la política, hay también una participación creciente: tres o cuatro ministros de economía en los últimos treinta años han sido judíos. Es decir, los judíos están participando en todos los niveles. Y todo eso va formando cultura nacional en su acepción más amplia. Desde el punto de vista económico, por ejemplo,  el vendedor ambulante a plazos que golpeaba en las puertas fue (dicho por los economistas) la primera manifestación del crédito al consumo. Mucho antes de la tarjeta, mucho antes de Oca y de todo lo demás. Todo eso fue formando parte de nuestra sociedad. El acceso a los bienes de consumo a través de la cuota. Creo que también se nota en la vida musical. El Centro Cultural de Música no es una creación de la colectividad judía, pero si vas a los conciertos, aunque la población judía es menor al 1%, tiene una participación mucho mayor en las actividades. Entonces, creo que la participación en la vida del país es [sic] una presencia fuerte.

Entrevistador/a: Y el judío radicado en Uruguay ¿se siente más judío o más uruguayo?
Elías: Es casi como preguntarte a ti si querés más a tu papá o a tu mamá. Es decir, la vida de uno está hecha de muchas lealtades, y eso, en definitiva, es producto del progreso de la civilización y de la cultura. Cuánto más primitivo el ser, más monodimensional o unidimensional son sus lealtades. En el clan, la lealtad es hacia ese grupo bien chiquito: papá, mamá, los nenes que están al lado. Después, la lealtad es hacia el clan; entonces, ya hay muchas lealtades. El cazador tiene lealtad hacia la mujer, hacia los hijos, hacia la tribu. A medida que vamos creciendo no podemos priorizar nuestras lealtades: yo tengo una lealtad con Silvia, con mis hijos, con mis amigos. Entonces, bueno: ¿más uruguayo?, ¿más judío? Me siento judío y me siento uruguayo. Nunca he sentido el conflicto entre ambos porque se complementan, se enriquecen. Si se ponen a pensar hacia quiénes, qué cosas y qué valores ustedes son leales las tres [entrevistadoras] van a tener lealtades distintas en función de lo que han sido sus vidas. Lo mismo pasa con los judíos. No te creas que yo no sufrí horrores cuando había mucho más antisemitismo en la superficie. Tú no sabés las mesas de debate: "si hay una guerra entre Uruguay e Israel, ¿vos por quién peleás?". Pero en un debate público, y no podía soslayarlo con estas discusiones más profundas.

Les decía entonces y digo hoy también: esas lealtades no están en conflicto y el día, que no veo por qué tenga que suceder, que haya conflictos cada uno lo va a decidir de acuerdo a su conciencia y lo que sienta en ese momento. Entonces ¿qué sucede? Ya, de mayor, he pensado que las grandes definiciones, cuando hay que optar, solamente se pueden saber en el momento en que la opción se plantea. Y les cuento una anécdota de la tradición judía muy linda: un rabino muy pobre sabe que está cerca de la muerte y tiene que elegir a su sucesor. Llama a sus alumnos más directos y sucesivamente les va formulando la misma pregunta. La pregunta es: están en un bosque, de noche, solos, no hay nadie y  encuentran un cofre con un tesoro suficiente para cubrir vuestras necesidades y las de sus hijos, nietos y, además, hacer caridad. Es una fortuna difícil de dimensionar. No hay nadie cerca. Y el primero responde: "si no hay nadie cerca me lo quedo" y el rabino lo rechaza como su sucesor. El segundo le dice: "no, no, yo si no es mío no es mío, por lo tanto, voy a llevarlo al primer pueblo, entregarlo y decir que encontré esto". Y también lo rechaza. El tercero le dice: "mire, esa pregunta se la contesto el día que lo encuentre". Porque él no sabe de antemano si va a prevalecer un sentimiento sobre el otro. Yo creo que la gente se siente las dos cosas [uruguayo y judío]. Con la misma fuerza en distintas dimensiones. No digo que eso haya sido siempre así, pero a medida que uno se va integrando a la vida de nuestro país no se puede decir qué es lo que uno siente más o siente menos.