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Jorge

 
    Jorge pertenece a la comunidad afrouruguaya.

Entrevistador/a: ¿Qué es para usted ser afrodescendiente?
Jorge: Ser afrodescendiente […] significa varias cosas; una de ellas es el tener la esperanza de que un día estas diferencias de orígenes se terminen. De lo cual, aunque he visto avances, lamentablemente [no mucho] (y queda muy mal que a mi edad lo diga, porque uno siempre tiene que dejar un mensaje de fe, pero tampoco uno tiene que mentir). Cada vez veo que eso va a existir siempre, el problema de las diferencias por los orígenes. Aparte de eso, creo que los afrodescendientes tenemos una obligación superior con nuestros hijos, porque tenemos que hablar mucho con ellos, y hablar de estos temas y saber, que sepan de que en la vida están expuestos a encontrar las barreras inhumanas. Que van a encontrar también a su alrededor mucha hipocresía, de aquellos que dicen: "no, yo no tengo problema ninguno con los negros, para mí somos todos iguales". Pero después cuando un negro tiene que entrar en la familia, ahí empiezan los problemas, como me pasó a mí con esa chica, y me pasó casi con ella [se refiere a su esposa], con la madre.

Tenemos que preparar a nuestros hijos para que sepan convivir con esa enfermedad que tiene la sociedad, que no se vayan a enfermar ellos, debido a esa colisión que pueda haber entre la realidad y entre el sentimiento de ellos de la igualdad humana. Eso sería lo primero: que sean concientes de que esas cosas pueden pasar, pero como hizo el gran maestro Luther King, no estimular el odio, es decir: "vos no me querés […] entonces, yo te voy a agredir a ti"; también es una forma de defender la salud de él. Luther King decía que el defensor de los derechos civiles es como un centinela que revisa su arma; […] el arma nuestra es nuestra conciencia. Nosotros todos los días tenemos que revisar nuestra conciencia, para ver si los odios que nos vienen de afuera nos puedan desviar y estar en paz nosotros con nuestra conciencia. Eso lo dijo el maravilloso maestro que era Luther King, que estaba muy conciente de todas estas cosas. Ser afrodescendiente para mi significa […] estar siempre con el espíritu animado frente a las adversidades, apelar a las canciones y apelar a nuestras cosas, que a nuestros ancestros les dieron paz y que siempre apelamos.

El otro día decían en el Palacio Legislativo y repetían los periódicos, la prensa, que se celebraba la última, ese día fue la última Llamada que se hizo en el Medio Mundo. Claro, hay una señora que en un artículo que hice yo hace unos pocos meses en El País decía: "nosotros tocábamos el tambor porque eso a nosotros nos daba un alivio". Y ahí ustedes van a leer, en una canción hecha hace como diez años (la letra es de Lucio Lautó y la música de Julio Conde, un gran músico) […]: "tócate tambor porque eso alivia el corazón". Aparece la raza negra y se presenta personificada por Beatriz Santos y cuenta, llora su amargura de haber concebido un grupo humano y siempre estar expuesto a las desgracias, a los secuestros y a los problemas y a la intolerancia. El coro siempre le va respondiendo: "tócate tambor porque eso alivia el corazón". Entonces, yo muchas veces me río, tengo el espíritu risueño, a veces estoy triste pero siempre estoy diciendo un chiste, porque así fueron todos, así fueron mis tíos, así fue mi mamá, cuando imitaba a Lili Pons, así fue mi mamá cuando me confesó que era poeta, y así fueron casi todos los negros que yo he conocido […]. Tratamos de vivir el instante bromeando con espíritu animado. No digo que seamos buenos, y que los blancos sean malos, ni los chinos, ni los indios. Nosotros somos un colectivo con nuestras grandes equivocaciones y a las pruebas me remito: miren la historia contemporánea de África y van a ver que tenemos tiranos y que tenemos asesinos, y esto lo hacemos nosotros entre los mismos negros. La historia de los secuestros, de la trata, está llena de ejemplos de caciques que vendían, por alcohol y por espejitos, a sus propios pueblos.

De eso estoy tratando en la última obra que acabo de escribir. Muchas cosas fueron un castigo que recibieron por haber hecho todo eso. Entonces, muchachos, yo creo que nuestros problemas los tenemos acá en América por el color de la piel. Allá en África, ¿qué tendríamos? No tendríamos problemas por el color de la piel, sino por los tiranos [que hay]. Pero tiranos también ha habido acá y han matado, y han sucedido cosas terribles. Pero con esto, yo lo que quiero decir es que los negros no somos buenos de por sí. Nuestra condición humana tiene sus luces y sus sombras, pero dentro de todo eso, el gran dolor de nosotros es ver que nuestros hijos, mañana, puedan encontrar los mismos problemas que encontramos nosotros.

Por ejemplo, vuestros padres los mandan a estudiar, porque de pronto fueron obreros, les costó mucho ganarse la vida, porque no tenían un trabajo calificado por más empeño que le pusieron y dicen: "yo quiero que ganen mejor, que vivan mejor, que puedan disfrutar mejor de la vida", porque ellos se dieron cuenta que esos trabajos son mal pagos, hacen un esfuerzo y los impulsan a ustedes para que estudien. Pero el problema que tenemos nosotros, aparte de ese que tienen sus padres, […] es una situación agregada. […] aparte de eso se van a encontrar con problemas, que se hablan, se debaten, pero [cuyos] resultados son muy lentos. Yo creo que el problema de la diferencia racial está muy adherido a la condición humana. América, para mí tiene la desgracia (porque yo viví en Chile y he visto la situación con los indios) [de que sus] minorías blancas tienen el sueño que tuvieron muchas veces los norteamericanos, una América blanca, y eso es un imposible. No puede ser una América blanca, porque la América está conformada por nosotros, que nos trajeron, no vinimos porque quisimos, nos trajeron; los indios ya estaban, era su lugar, su hábitat. Los que vinieron fueron los blancos y como los blancos no quieren a los indios, no quieren a los negros, no los aceptan como iguales; no voy a decir todos, pero hay un sector muy grande. Pero les digo con dolor, yo no creo que esto cambie demasiado con el tiempo. Piensen en lo que está pasando en Europa ahora. Yo, cuando fui a Alemania en el año 67 se vivía toda esa la estabilidad. Un poco ellos, comprendiendo las culpas de lo que había pasado con los judíos, querían lavar su imagen hacia el mundo. Ahora la intolerancia ha llegado a la xenofobia: "que no me gustan los turcos, no me gustan los negros", y ya es peor. Por eso es que no soy de ninguna manera optimista y creo, para terminar, que ser afrodescendiente implica una labor muy fuerte permanente en la educación de nuestros hijos para fortalecer.   

Entrevistador/a: ¿Considera que los términos negro,  afrodescendiente, afrouruguayo  son equivalentes, o le parece que la palabra negro debería ser sustuída por afrodescendiente o afrouruguayo?
Jorge: Mirá, […] yo lo considero un eufemismo eso de afrodescendiente. Podemos caer, y estamos cayendo casi en el ridículo que cayeron las escuelas preciosistas de allá de Francia, aquel movimiento preciosista que en vez de decirle a una persona: "andá al gallinero y fijáte si la gallina puso algún huevo" decían: "ve a donde está el cantor del día (que era el gallo) y ve si su consorte a puesto un fruto". Y eso ocurría en los salones del preciosismo, que Moliere en La preciosa ridícula se burla de eso. Para mí todos esos términos son equivalentes, pero el más puro, el más natural, es decir negro. Pero depende de cómo se diga, depende de la entonación. Si yo digo: "¡hola! ¿Cómo andás flaca?" "¿Y esta flaca?" son dos cosas distintas, [varía según] la manera en que yo lo digo, en cómo lo expreso. La palabra negro no me asusta ni me hiere. Aparte, nosotros mismos entre los negros nos tratamos de negro […]. Pero si dicen: "había cuatro negros tocando el tambor", también podrían decir: "había cuatro personas tocando el tambor", porque ahora todo el mundo toca el tambor. Pero hay muchas maneras de decir la palabra negro, que no hieren para nada. Yo me he quedado con la palabra negro, no me molesta absolutamente para nada, siempre que se diga con naturalidad, siempre que no exprese una agresión o un odio. Es decir, la palabra negro de por sí no es agresiva. Por supuesto que simbólicamente la palabra se emplea muchas veces para cosas luctuosas. Antes, cuando existía el luto, las mujeres se vestían de negro y los hombres usaban un brazalete negro. Y "lloré lágrimas negras" hay canciones que dicen. Pero eso expresa lo sombrío de las cosas, la oscuridad, pero no creo que tenga que ver nada con el color de la piel. Cuántas veces uno dice "tenía unos bellos ojos negros aquella muchacha", "por tus ojos negros", "me acuerdo de tus ojos negros"; no significa absolutamente nada y estamos hablando de una característica anatómica, el color de los ojos. Hay tipos que se mueren por las mujeres de ojos negros, esos ojos bien oscuros que tanto resaltan en las órbitas, a mí siempre me gustaron las mujeres de cabello negro, porque resalta mucho con el cutis blanco que tienen, ese contraste tan hermoso […]. Si no hay una intención escondida, ningún negro se tiene que sentir agredido.

Entrevistador/a: ¿Participa de alguna organización de afrodescendientes?
Jorge: No participo y te voy a decir por qué no participo. Porque las organizaciones son un modus vivendi de algunas personas oportunistas, que son negros como yo, y que aparentando defender los derechos del negro aprovechan esa situación para pasar una muy buena vida, mientras sus hermanos tienen problemas. En otras épocas, cuando éramos esclavos, se juntaba dinero entre todos para un entierro, para la enfermedad de alguien de la raza negra, era con un sentido puro y sagrado de solidaridad. Ahora, mientras hay muchos negros que tienen problemas, acá los dirigentes negros todos viajan en aviones de primera. Yo los invito a ustedes a que llamen a una organización que es muy famosa: "¿está fulano de tal? No, está en Panamá, está en Ginebra". No hay que viajar tanto para aprender a manejar una institución de fomento de su raza. Esos dirigentes tienen que estar en las casas de sus hermanos, tratar de hacer un grupo de los más educados que vayan a hablar de estas cosas que acabamos de hablar nosotros: "miren, nuestros hijos se van a encontrar con estos problemas"; si encuentran que son resistidos en algunos trabajos tratar (bueno, ahora tenemos hasta un asesor presidencial) llevar el caso hasta la Justicia, hay leyes para estas cosas. Y tratar, en este sentido, de educar sobre los derechos, que ahora están escritos con mayor claridad. Ya no hablamos de "todos somos iguales, no se admiten más diferencias que los talentos y virtudes de cada uno". Era medio vago, ahora dice: "el que cometa un acto de racismo y se le compruebe tiene tantos días y tantos meses de prisión". Ahora hemos avanzado en eso, pero mucha gente no lo sabe.

Entonces, yo creo que los dirigentes deben estar más al lado de sus hermanos, que los necesitan acá y no viajar tanto y después escribir un libro que lo leen cuatro tipos por allá y acá no lo conoce nadie, ninguno de sus hermanos lo ha leído. Primero, no tienen plata para comprarlo, segundo, porque está escrito en un lenguaje técnico que han ido adquiriendo a través de los congresos y todo lo demás (todo eso que se le pega, no son sociólogos pero se les pega y entonces ponen franjas etarias). Vamos a ser más auténticos, vamos a ser hombres que amamos nuestra raza; tenemos el ejemplo de Luther King, un hombre que dio su vida, un hombre que educó, que cambió a los EE.UU., mejoró la condición del pueblo norteamericano […]. Yo estuve el otro día con unos jóvenes norteamericanos que vinieron de allá; había un negro y eran catorce blancos; yo les preguntaba todo esto: ¿se sienten ellos [los blancos] mejores?, ¿ven que es una sociedad más fraterna? Siempre hay caídas: hay un milico y veinticinco van un negro y sale en la cámara, pero no es representativo de lo que ocurre actualmente en los EE.UU. Se terminó aquello de bebedero para negro, para blanco. Siempre habrán [sic] esas cosas, porque como ya les dije, para mí van a existir siempre. Por eso, me dicen: "venga a recitar". Voy, pero a militar, no, de ninguna manera; estoy defraudado, conozco cosas que no te las puedo decir; […] algunas cosas las puedo probar, otras sé que existen, pero no las puedo probar. Entonces ese no es el camino. Ojalá existieran otros caminos.

Entrevistador/a: ¿Le parece que la sociedad uruguaya se considera homogénea o se percibe como multiétnica?
Jorge: Cuando yo me educaba, los maestros con gran alegría decían: "el Uruguay es el país más poblado de América del Sur porque tiene catorce habitantes por kilómetro cuadrado", decían en la escuela (yo hice hasta primer año de liceo, nada más) y "somos el único país que no tiene indios". Porque todo este fervor indigenista vino por algunos revisionistas de la historia, que "Rivera mató a treinta y seis indios", que es un "genocida" […]. No se puede mirar la historia, ustedes lo saben mejor que yo. Con los ojos del presente eran otros mundos, eran cosas aceptadas, inclusive fue aceptada la trata. Entonces, hasta 1950-60, con esa enseñanza la pregunta tuya se contesta sola. Se sentía homogénea porque habían matado a todos sus indios, su pasado indio lo querían olvidar. Yo tengo miedo que pasa como dice en el final de la obra El Uruguay que se vanagloria; dicen: "¿por qué vamos a brindar cuando se van del conventillo? Se van echados […]. "Porque los uruguayos, que siempre se vanagloriaron de no tener indios, no se avergüencen de tener indios".

Es un poco el deseo de uno. Yo lo veía, por ejemplo, cuando la operación UNITAS. Yo caminaba por el puerto y estaban todas las naves; cuando pasé por la nave brasileña en el portalón [había] un oficial negro. En EE.UU. hasta Powell, ese moreno es medio bravo, pero era el jefe en la guerra contra Irak, le confiaron a él, pero por sus condiciones, sus dotes. Acá en la Marina nuestra no he visto ningún negro en el portalón de un barco como recepcionista, ningún oficial negro ni nada por el estilo, y no creo que haya en la oficialidad uruguaya un solo negro, y no porque a los negros no le guste ser cadete o no le guste esa profesión.

Nosotros hemos tenido en otra época brillantes militares. Se peleaba más con el corazón que con el aprendizaje profesional que se tiene ahora. Nosotros hemos tenido al capitán Vidella muerto en la batalla del Cerrito, al coronel Luna, que era asistente de Rivera y como Rivera no tenía dinero para armar gente, él lo escucha y va y se vende como esclavo y el hacendado le dice: "¿pero vos te estás escapando de algo?". "No, no, mi general me necesita porque quiere invadir Brasil". Y entonces el tipo queda admirado y se lo lleva a Rivera y le dice que se quede con el dinero. Después lo subieron al grado de general, por eso está la calle Gral. Luna. Hemos tenido muchos soldados. Yo no sé lo que pasó después de que nos liberamos. Bueno, en aquella época había que echar mano a todo lo que se tuviera, indios también. Entonces, yo no veo bien eso, no soy una persona en ese sentido tampoco muy optimista.

Entrevistador/a: ¿Está de acuerdo con que se implementen acciones afirmativas hacia la población afrodescendiente?
Jorge: Esa palabra está muy usada ahora; el otro día el diputado Ortuño hablaba de la discriminación: el día 3 de diciembre es una discriminación afirmativa. Primero, no creo que lo del día 3 haya sido una discriminación afirmativa, porque […] si solamente lo analizamos a nivel de la prensa nos vamos a dar cuenta de que lo único que quedó de todo eso (y yo participé) fue el día del tambor; lo único que apareció gráficamente en la televisión fue: allá va Canela, allá va aquél y tocando los tambores. Cuando Ortuño quiso hablar en el programa de Puglia: "sí, también tuvimos poetas",  lo paró: "porque el candombe me encanta". No quedó absolutamente nada más que el tamboril y que unos negros, unas comparsas salieron alrededor del Palacio Legislativo a bailar. De la equidad racial se habló poco, no se habló nada; repercusiones en la prensa, no hubo ninguna.

Y la cultura afro no podemos reducirla al candombe. Y soy uno de los que lucha acá para que se sepa la tradición teatral negra. El teatro negro no empezó con Jorge Emilio Cardozo; empezó antes de los años 30, con grandes dramaturgos como Isabelino Garin, mi tío Carlos Cardozo Ferreira escribió la obra Amores sin prejuicio. Una estudiante blanca, que tiene un novio negro que se enamora; era para creer que le hacen [sic] un plagio los que […] treinta años después filmaron la película ¿Sabes quien viene a cenar? Porque ella no les dice a los padres. Fue escrita en el año 32. Poetas como Pilar Barrios, Juan Julio Arrazcaeta, Virginia Brindis de Salas, todos eran hombres que tenían que trabajar en los peores trabajos. Juan Julio Arrazcaeta era un escritor que trabajaba en la Intendencia, en la basura, lo que se llamaba el levante en la época en que se tiraba con burritos, con mula, iban unas chatas, eran lentos, y a veces las mulas (ustedes saben, es un animal porfiado a veces, que se rebela) [se rebelaban]. Eran trabajos terribles y él crió a sus cuatro hijos con el poco dinero que ganaba ahí en el municipio y en los momentos libres escribía esas hermosas poesías que escribía. Es mentira, no había negros ricos; entonces, todos los que dejaron su aporte intelectual fueron negros que trabajaron en la peonía, en lo que fuera. Cuando Esperanza Barrios en el 1917, la hermana de Pilar Barrios, edita el primer número de Nuestra Raza, ahí es cuando la raza negra da un paso muy grande, porque en esa revista empiezan a publicar todos estos hombres que no tenían posibilidad. Esta revista se vendía puerta a puerta por los conventillos por dos pesos, un vintén lo que se pudiera. Y entonces los negros empezaron a tener una idea de que no sólo sabían tocar bien el tambor.

Y a su vez, se hablaba de lo que pasaba en el mundo, que era muy importante porque en el mundo de 1919 termina la guerra: EE.UU. manda un regimiento de negros y bueno, cuando estaban libres, los franceses les dicen: "vengan a comer acá". "No, yo no puedo entrar acá porque soy negro". "No, acá podés entrar, vení con nosotros". Veía que lo trataban como a un igual, iban a un cabaret: "no, porque hay mujeres blancas, hay para blancos". "No, vení; acá pagás y bailás con una blanca, bailás con quien quieras". Cuando regresan a EE.UU. se encuentran con que allá sigue el Klu Klux Klan, bebedero para blancos, bebederos para negros. Dicen: "pará, yo estuve en Francia que no es mi patria y me trataban como a un rey y acá resulta que sigo siendo un esclavo". Ahí empiezan las grandes rebeliones de los negros y empiezan los grandes linchamientos de negros. A su vez, nace un grupo muy importante de escritores, que fueron el grupo de escritores de Harlem, allá por 1924. Estaba Laston Hughes, el poeta, estaba Chuck White, que escribió Sangre negra, que se filmó; [estaba] Mc Kay, un gran poeta que había venido de Jamaica y se sumó al grupo, y otros más. En ese tiempo habían llegado de África a Francia unas mascarillas que impresionaron a todos los franceses. Cuando Picasso vio una de aquellas mascarillas, que manifestaba una energía como esotérica, quedó impresionado; y eso fue lo que le dio la idea del cubismo. Entonces, comenzó un redescubrimiento de África con muchas cosas; aparte llegó la música de África, esa música charlestón, jazz, y todo lo demás fue un gran redescubrimiento de África. Todas estas cosas que han pasado en nuestra historia y en la historia del mundo, esos negros las publicaban en la revista Nuestra raza. ¿Y por qué las sé yo? Porque Esperanza Barrios tuvo la brillante idea de haber publicado esa revista por primera vez. Ahora, de esa revista, quedan como unos cincuenta números o más, porque se publicó hasta el año 45. Y ahí está toda la historia de nuestra raza y esas son las cosas que tenemos que divulgar. Esa es la cultura negra, pero ¿qué quieren que diga? Yo mucho no puedo hacer cuando veo que las cosas no son así [como las muestran].

Entrevistador/a: ¿Normalmente los afrodescendientes conforman matrimonios con miembros de la misma raza o se dan frecuentemente matrimonios interraciales?
Jorge: Hay una tendencia a que los matrimonios sean interraciales. Esa tendencia me da la impresión que […] [se basa] en el oportunismo, dada la situación por la que atraviesan las mujeres actuales, mujeres que han tenido su pareja, que las han perdido, que han quedado con hijos. Y muchas veces la compañía de una persona que es trabajadora y que ayuda un poco al hogar, y todo lo demás, puede estar por encima de lo que mujeres en otras épocas rechazaban. En estos cuarenta años, el mundo ha cambiado mucho y esos cambios han traído que estas situaciones se den muy seguido. Pero yo no las tomo como algo positivo en el sentido que esto obedece a causas de una mejor situación de aceptación a los negros. Me llama poderosamente la atención que todos los líderes negros se hayan casado con blancas. No me molesta; digo que me llama la atención. A veces me dicen: "pero tu mujer es chilena, mírenle los rasgos y es indígena". No hay ningún o ninguna líder negro que ande con una mujer o un hombre de su raza. El único que vi casado con una mujer de su raza fue a Luther King, cuando vivía y en una foto de una revista.

Entrevistador/a: ¿En qué forma y en qué lugares le parece que se manifiesta la discriminación racial en el Uruguay?
Jorge: Bueno, mirá, yo leí un informe de este señor muy respetable que se llama Florit, que ahora está en el Consejo, fue maestro muchos años, se manejó en un sindicato. No por eso voy a decir que es muy especial; se ve que es un hombre medido, sensato. [El informe se basa en] […] una encuesta que se hizo en Primaria, y es un poco preocupante: el 15% de los alumnos no aceptan a sus compañeros negros y estamos empezando por el principio, que son los niños. Considerando que en este país hay un millón de niños; si no cambian mucho en el futuro, ya tenemos ciento cincuenta mil racistas. ¡Y son muchos muchachos! ¿No les parece? Y son datos que no los inventa Cardozo. Todavía, cuando aparece alguna maestra (dice el informe) hay reuniones: "una maestra negra, no sé qué…". Yo, en lo personal, conozco cerca de la familia tres profesores que son afrodescendientes y no tienen problema ninguno. Pero me refiero más a este caso, al de los niños. Los estereotipos son difíciles de arrancar de las sociedades, sobre todo como las nuestras. Y les voy a decir por qué. Porque ya que el racismo es un problema de todo el mundo, en las sociedades como las nuestras y más en la uruguaya (como ciudad chica, pueblo chico y todo lo demás), la gente habla superficialmente y habla más de lo que no conoce que de lo que conoce. La gente no es sincera en cuanto a  lo que piensa de estos problemas; la gente recién es sincera cuando tiene el problema dentro de la casa, como lo habíamos dicho, cuando el negro llega a la casa: "¿cómo van a ser nuestros nietos?" […] ¿Y mis nietos?", "¡pueden ser despreciados!, porque yo he visto". Hay una cantidad de problemas, porque empieza un poco a través de sus nietos a ponerse del otro lado […].

Son cosas que hay que buscarlas muy en los vericuetos de la mente humana, porque son cosas que en vez de Cardozo, tendría que describirlas Dostoievsky, porque tenía una lupa, se metía dentro del alma de uno y en todos los recovecos; se daba cuenta de un montón de cosas. Cosas que la sociedad nuestra, que opina de todo superficialmente, que te arma la selección uruguaya, que te arma la selección de básquetbol, que te dice cómo hay que gobernar un país, [no ve]. Todos somos sabios en todo. No es una ciudad en que el grueso de la gente se dé a meditar con profundidad estas cosas. Tampoco soy optimista, la aceptación para mí es mínima. En los mismos asentamientos donde hay pobres (ustedes van a ver que son pobres), pero el negro tiene la doble discriminación: de ser pobre y de ser negro. Y siempre va a tener más suerte el muchacho o la muchacha blanca en conseguir un empleo mañana o pasado. Por eso no creo que haya mucha aceptación, soy pesimista.

Entrevistador/a: ¿Actualmente se ha sentido discriminado?
Jorge: Yo me siento discriminado, aunque a ustedes les parezca mentira, tal vez más ahora que antes, porque hay un problema que ahora está por dilucidar la sociedad uruguaya y del cual el negro tiene mucha culpa: el problema es la discriminación, por no decir la desidia, que hay en la enseñanza oficial. ¿Hasta cuando los negros vamos a tener que tolerar que sus escritores no figuren en ningún texto escolar? ¿Hasta cuando los negros vamos a tener que soportar que en esos maratones de tres días, que se lee poesía y todo lo demás, no figure ningún negro? ¿No tenemos escritores? Hay un vacío en la enseñanza, porque si no hubiera un vacío en la enseñanza, ustedes mismos no hubieran venido a hablar hoy conmigo, ni mañana a hablar con aquél ni con otro. No hay profesores, peor, no hay materias de cultura afrodescendiente. Yo he tratado últimamente con una cantidad de chicos estudiantes como ustedes, que me encanta, porque quieren, están en la búsqueda de algo, tienen sus dudas, después quieren sacar sus propias conclusiones y decir, bueno, ahora tengo una idea más firme, hablé con éste, con éste y con éste. Más o menos hice una compulsa y tengo una idea de lo que puede estar pasando […].
Estamos en un Uruguay donde lo negro… Al primer mapa que hace Ptolomeo de África le pone Alejandría, El Cairo, Marruecos y a todo lo demás Nigrisia; algo que no conocía nadie. Estamos como Colón, que no sabía si se terminaba el mar. Porque desconocemos todo eso de los negros. Hay una gran sombra sobre una historia que no es gloriosa ni grandiosa, pero que es historia. Por eso, yo muchas veces preconizo la labor de Ramón De la Cruz, que creó el sainete en España allá por el año 1742. Porque mientras en el siglo XVII, el siglo de oro, grandes tipos como Calderón, como Lope de Vega, con sus poesías, con sus obras dramáticas, escribieron piezas magníficas, hasta ese momento en que llega él nadie se había ocupado de la gente vulgar que vivían en las vecindades de allá, con esa vida pícara… Era un mundillo de gente que tenía que luchar mucho para vivir, porque ganaba muy poco, de gente en la que predominaba la picardía, pero que tenían su cultura de vivir, su forma de vivir. Ahí extrajo, de toda esa forma de vivir de ellos, lo que era el tipo de persona de los arrabales y puso al pueblo español en conocimiento de esa gente de la cual nadie se había ocupado nunca. Después encontró una veta maravillosa, aparte de ser muy jocoso todo lo que ocurría. Le daba a esta gente el conocimiento de la idiosincrasia (no era la elite, era la masa del pueblo español).

Entonces, acá hay que empezar un día con eso; hay una parte de la cultura nuestra que no ha sido bien atendida. Hoy mismo acabo de recibir una de las tristezas más grandes. Hace quince días que estábamos con el diputado Ortuño, [que me dice]: "mire que el quince se cierra la ayuda esa que da el Ministerio a las obras de teatro". Nuestra intención era darla ahí en la plaza de la Loba y hacer representaciones hasta el año 2010. Porque dentro de tres años se cumplen doscientos cincuenta años del nacimiento de Ansina, que nació un veinte de marzo de 1760. Este 20 de marzo de 2010 se van a cumplir doscientos cincuenta años. Yo estoy haciendo campaña por todos lados, para que por favor ni los negros ni los blancos se olviden; hacerle un homenaje nacional. Pero al Ansina que fue, no a ese Ansina que no se conoce bien; todavía hay una versión de él muy pobre. Hoy me llama la secretaria para decirme, del Ministerio, dice que le tenía que haber mandado el lugar donde va a ensayar y el permiso del lugar en el que va a ensayar, […] el teatro que la va a representar y un papel firmado del teatro que la va a representar).  [Le digo]: "y ustedes no me dieron todavía un peso para comenzar a hacer la obra" y los actores estos que son casi todos profesionales –son casi todos blancos–, para que la tengan pronta para el 6 de febrero, tengo que pagarle dos mil quinientos pesos a cada uno, son seis, el escenográfo no la va a hacer de hoy para mañana, necesita tiempo. Y además: "usted me viene con esto burocrático, faltando veinticuatro horas, viene a decirme que le tengo que llevar un papel […] y si la obra está registrada y que ya no hay más tiempo, que lo sienten mucho". ¿Cómo no va a estar registrada?, yo registro todas mis obras. Yo lo tomé como que seguimos en la misma: "éste viene con Ansina, ¡qué le voy a dar a éste!". Para qué fulano va a dar –y con todo el respeto que me merece, soy admirador de él– Doña Rosita la soltera de Manuel García Lorca. Maravillosa obra, pero vamos a dar cosas nacionales también, vamos a ayudar al teatro nacional, a las cosas nuevas. Por eso yo te digo la verdad, mientras no se debatan estas cosas, mientras no haya una rectificación sobre este problema, no vamos a encontrar entre nosotros comprensión hacia lo que nosotros queremos hacer.

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