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José Luis

José Luis

    José Luis pertenece a la comunidad peruana del Uruguay. Llegó al país con veintisiete años de edad, hace nueve años. Es músico.

Entrevistador/a: ¿Por qué vino a Uruguay?
José L: Salí del Perú porque me gustaba mucho viajar; también por razones económicas, no lo voy a negar. Quería ayudar a mi familia, ayudarme a mí mismo. Eso es lo que me impulsó a salir. Yo viajaba, viajaba mucho en Perú: viajé a Arequipa, Puno (todos departamentos del Perú). En ese momento lo que me interesaba era conocer. Viajé desde que tenía catorce años. Me acuerdo que mi madre (no viajaba solo; era con otros compañeros ya mayores que tenía) […] los hacía responsables a ellos. Me acuerdo que mi mamá me ponía mis cositas, la comida, un montón de cosas. Porque me gustaba viajar; me decían: "¿quieres salir a viajar?; yo decía que sí, sin preguntarle a nadie. Era muy independiente.

Y viajaba mucho, pero no sólo a hacer música. Me acuerdo que un día viajamos para subir a un volcán, allá en Arequipa, para llegar hasta arriba, llegar hasta el cráter. Otro viaje fue ir a pescar a un río que estaba atrás de ese volcán; había un río y me acuerdo que nos moríamos de frío durmiendo en las piedras. Y comiendo sólo pescado; pescábamos y comíamos eso. Y otro viaje, me acuerdo que era hacia unas minas, unas minas abandonadas que quedaban en Nazca. El otro fue ir a sacar los chorros, los mariscos de la playa. Eran esas las cosas que hacíamos. Ganábamos un poco de dinero pero para solventar nuestro viaje. Los mariscos los sacábamos y los íbamos a vender, pero mis amigos ya sabían adónde tenían que ir para hacer cosas que nos pagaran el viaje. Como el día en que me dijeron para ir a Bolivia. Y yo no conocía, no sabía nada y tenía que salir del país. Y saqué mi pasaporte en otro departamento donde mi familia no estaba (ellos no sabían nada); yo tramite mi pasaporte y después, cuando yo regresé, […] ya sólo regresé a despedirme porque me iba a Bolivia.

Entrevistador/a: ¿Usted de dónde es?
José L: De Cuzco. Después de Bolivia viajé a Argentina; en Argentina recorrimos todas las provincias.

Entrevistador/a: ¿Y ahí ya empezó a salir con la música?
José L: Es que siempre fue con la música, porque cuando nos íbamos a escalar llevábamos los instrumentos, y arriba tocamos. Y en cada pueblo que parábamos tocábamos. A todos lados íbamos con instrumentos; nunca viajamos sin instrumentos.

Entrevistador/a: ¿Iban de pueblo en pueblo?
José L: No siempre. Dormíamos acampando en algún campo y después íbamos al mercado a vender los mariscos. Trabajé mucho en la agricultura, plantando, cosechando en las salidas , (te vas un mes, dos meses) […].

Entrevistador/a: ¿Después que fue a Bolivia nunca más volvió al Perú?
José L: Sí retornaba; iba y venía de un país a otro; además, lo máximo que te dan [de visa] son tres meses cuando ingresas a un país. Estábamos un mes o dos meses (no tres meses) y después nos íbamos a otros países. Y en el país en que más me quedé fue aquí.

Entrevistador/a: ¿Hace cuánto tiempo está en Uruguay?
José L: Hace nueve años estoy acá, y no tengo documentos.

Entrevistador/a: ¿Por qué se quedó en Uruguay?
José L: No, pero no estoy más acá. Estuve en Uruguay hasta el año 2000; después me fui a Brasil, ahora estoy viviendo allá. Y estuve tres años en Argentina. Siempre retornaba al Perú, incluso, mientras vivía en Argentina. Pero cuando me vine para acá ya no retorné más. Es que me acostumbré mucho acá. Aparte, tengo mucha comunicación con mi familia; es que antes no había [cómo hacerlo]. El primer año que yo salí, dejé de comunicarme, o sea, después de nueve meses me comuniqué con mi familia.

Entrevistador/a: Cuando dice: "familia" ¿se refiere a su esposa, sus hijos?
José L: No, no. Son mi madre, mis hermanos. Cuando yo salí de allá no tenía esposa ni hijos. Mandaba postales, nada más; era sólo eso. Demoró la comunicación con mi familia. El hecho de conocer lugares me obligó un poco… Es que son diferentes las situaciones de aquí a las de allá.

Entrevistador/a: ¿En qué?
José L: En todo, o sea, todo. La comida acá se sufre: un peruano sufre si no tiene comida peruana. Acá sólo hay milanesas. Nosotros queríamos comer cosas peruanas porque no comíamos bien, así que llegó un punto en que tuvimos que aprender a cocinar, y nos cocinábamos comidas de allá.

Entrevistador/a: ¿A cada lugar que va busca a otros peruanos?
José L: No […]. Hay peruanos que se ven y se quieren evitar, pero en nuestro caso es diferente porque al ser nosotros músicos, es como que el peruano viene. "Tócate esto, tócate lo otro, una música de tal región", y ahí empieza la amistad. Sucede mucho que se evitan algunos peruanos con otros peruanos.

Entrevistador/a: ¿Por qué?
José L: No sé. No hay buenas relaciones entre todos, pero al ser músico es diferente.

Entrevistador/a: ¿Cómo es que llegó a Uruguay?
José L: Con el grupo que estaba el objetivo era llegar a Buenos Aires, trabajar en Buenos Aires y después retornar al Perú. Pero lo que pasa es que no nos alcanzó el tiempo, como nos dan tres meses… Entonces, pensamos en salir hacia un país vecino y volver a Argentina con orto permiso nuevo. Pero la entrada por Chile o por Bolivia es muy conflictiva; además, ir hasta Chile o Bolivia es un viaje largo, y lo más cerca que había para hacer frontera era Uruguay. Y entonces nos vinimos a Uruguay. En Argentina, en primer lugar, nos decían que Uruguay es muy sencillo, que no pasa nada, que es un país muerto. Pero a nosotros no nos importaba nada porque teníamos que salir del país, ya nos habíamos quedado seis meses. Estuvimos en Tucumán tres meses en la casa de un amigo y ellos querían que nos quedáramos ahí; inclusive nos matriculamos en una escuela de música para estudiar ahí. Pero llegaba la fecha de vencimiento de la visa.

Viajamos a Buenos Aires y empezamos a pensar adónde podíamos salir por ahí. Pero antes de eso, conocimos unos amigos que habían estado en Punta del Este y nos dijeron que fuéramos a Uruguay, porque ellos estaban trabajando en Uruguay, y en verano es muy bueno el mercado. Entonces, cuando llegamos a Buenos Aires empezamos a buscar a esos amigos a ver si estaban por Uruguay. Yo andaba con un amigo sólo (otro músico que ahora esta en Brasil) y nos vinimos a buscarlos […]. Preguntando, llegamos al Mercado del Puerto y estuvimos esperándolos y no venían. "Estaremos aquí plantados", pensamos nosotros, y ahí nos dijeron que siempre estaban los sábados por ahí, pero que ese día no habían venido. Nos dijeron: "deben estar en la plaza Cagancha porque ellos siempre tocan ahí". Llegamos a la plaza Cagancha y otra vez: que ellos siempre iban a tocar ahí pero que ese día no habían venido. Nos dicen: "el domingo están en Tristán Narvaja". Y nos fuimos el domingo para ahí y nada. Como nosotros vinimos sólo para hacer frontera, ya nos íbamos a volver para Argentina, porque ya era mucho; habíamos dicho: "si no los encontramos, nos vamos". Preguntamos a otros que estaban tocando y dijeron que siempre iban, pero que ésta vez no habían ido. Ya nos estábamos yendo por esa calle que está entre la Universidad y la biblioteca para agarrar Guayabo, entonces, escuchamos un silbido, pero seguimos caminando y seguimos escuchando el silbido, así que miramos; era un amigo de los que habíamos visto en Bolivia. Y fue como nos quedamos acá. Igual, al principio nosotros nos sabíamos mucho qué hacer porque nuestros amigos habían conseguido novias y ya no tocaban mucho. Y eso no nos servía a nosotros, pero al final hicimos un grupo grande, con nosotros dos más ellos cuatro. Empezamos a tocar.

Entrevistador/a: ¿En las plazas o los contrataban?
José L: No, en 18 de julio y Cuareim, en la esquina misma. Siempre tocábamos ahí (durante un año entero). Todas las noches y las tardes tocábamos en la plaza Cagancha. Y la gente venía, era impresionante. A mí me gusta; por eso nos quedamos.

Entrevistador/a: ¿Usted cree que un músico puede vivir con lo que gana de su trabajo como músico?
José L: Si sabe hacerla, sí. O sea, es muy difícil vivir de la música, pero tienes que tener un buen trabajo musical: tiene que ser músico, hacer temas propios, hacerse conocer. Son muchas cosas. Pero en nuestro caso, no; nosotros vendemos temas comerciales clásicos como el Cóndor pasa, el Carnavalito. Pero no te da para decir: "yo estoy viviendo bien". Pero te salva de situaciones extremas, de no tener nada. Puedes estar bien, pero se puede estar mejor todavía; depende de las metas de cada uno, de cómo se viva. O sea, viajando así informalmente [el músico] lo puede hacer y puede vivir bien también. Pero también se puede salir de eso e intentar superarte, buscar una estabilidad.

Entrevistador/a: En Uruguay ¿ha tenido que trabajar de otra cosa?
José L: No, siempre con la música pude vivir. En Argentina me pasó sí; fue en Rosario. Nos desunimos: discutimos, se pelearon entre hermanos y fue quedando todo el grupo desunido. Porque un hermano jugaba muy bien a la pelota… En Rosario, la comunidad peruana es muy grande, entonces, la municipalidad de Rosario le da un parque entero a toda la colectividad peruana, o sea, todos los domingos ese parque es de los peruanos. Entonces, ahí hay actividades: fútbol, voleibol, bicicletas… Todos los peruanos van con sus familias a recrearse.  Un día fuimos ahí –queríamos ir a tocar pero terminamos jugando fútbol– y ahí lo vieron al que jugaba bien a la pelota y, entonces, lo jalaron para una empresa. Porque al parque van muchos estudiantes y trabajadores. Entonces, lo llevaron como jugador y le dieron trabajo en la empresa; ganaba bien y todo. Y él se llevó al hermano. Antes de eso, ya en sí nos habíamos separado y todos buscábamos trabajo, porque todos éramos dependientes (al ser un grupo, no podíamos tocar solos porque nunca nadie había tocado solo, no sabía desenvolverse solo). Y en eso empezamos a buscar trabajo. Vimos un cartel que decía que se necesitaban peones porque iban a demoler un edificio y nos anotamos; empezamos a trabajar al otro día. Y mirá cómo son las cosas que todo el grupo cayó en ese lugar y terminamos trabajando todos juntos de vuelta, pero como ayudantes de construcción. Y ahí nos dimos cuenta de que no podíamos desarmar el grupo. Trabajamos dos semanas, que fue el tiempo que necesitamos para hacer el dinero suficiente para irnos a Bolivia, y empezamos de vuelta con la música.

Entrevistador/a: ¿Tiene familia propia, esposa, hijos?
José L: Sí. Acá, en los ruedos que armábamos todas las noches, llegué a conocer a una chica uruguaya, con la que ahora estamos separados. Y mi hijo ahora está viviendo en Buenos Aires. Vengo de allí, estuve con él la semana pasada; ya tiene diez años (cumplió en octubre). Pero nos llevamos bien.

Entrevistador/a: Está en Brasil viviendo pero su hijo vive en Argentina…
José L: Sí, bueno, yo no vivo con él, y eso ya está claro. Tengo mis cosas en Brasil en un hotel y dije que venía una semana a Uruguay, y ya llevo tres meses entre Argentina y Uruguay sin retornar al hotel. Ahora, cuando vaya, ya me echaron las cosas a la calle (espero que no). Yo pensé que iba a ver a mi hijo una semana, pero no pude, me quedé dos meses. Capaz que me voy mañana.

Entrevistador/a: ¿Siempre hace el mismo estilo de música?
José L: No. En Brasil se toca diferente, música más internacional, y de otra manera. No es tocando charango, guitarra, el bombo, como hacemos acá. Es más, usamos pistas, hacemos playback, la flauta de Tacna (un instrumento de viento)… y se toca toda música internacional que fue suceso en los 80, 90, de The Beatles, temas clásicos de Romeo y Julieta… Todo eso, instrumental, gusta mucho; a la gente le llama mucho la atención. Ganamos más de la venta de discos; allá la gente no es que colabora.

Entrevistador/a: ¿Los discos los graban ustedes?
José L: Son CDs todos originales, porque la gente ya te exige que sea original; no quieren nada con la piratería. Hay un muchacho que graba, invita músicos, tiene su estudio, y hace grabar una canción conocida. Entonces, forma un cd con todas canciones de los distintos músicos. Él lo manda a un estudio y lo hace reproducir en cantidad y de ahí vende a todos los músicos. El cd está compuesto por varios temas de distintas personas, pero él es el que pone todo. Cuando yo quiero vender un cd de él, lo tengo que llamar; le digo: "estoy en Porto Alegre, mándame cien cds", y yo tengo que depositar el dinero en el banco, y luego me llegan. Yo quiero hacer un trabajo con Alberto, un trabajo propio, una grabación acá en Uruguay. Estamos pensando en llevar adelante eso, y trabajar aquí, y después ir por Argentina, porque allá hay mercado para los discos y para este tipo de música. Estoy pensando en ir de gira, pero llevando algo preparado para vender, porque tiene mucha aceptación. No [pretendo] volverme un empresario, pero sí pensar en cosas más grandes con ésta música. Yo soy músico y a uno le tiene que gustar primero para brindar algo de calidad a la gente. Siempre he soñado con hacer algo concreto, algo propio, y no siempre estar interpretando cosas de otros. Me gustaría tener algo propio.

Entrevistador/a: ¿Nunca compuso alguna música o escribió una letra?
José L: Tengo algo, pero no grabado. Tengo música y letras. Pero siempre estuve tratando de formar un grupo, pero [los músicos] siempre fueron muy informales, […] faltan, no vienen, no se tiene plata, no se tiene tiempo. Por eso llegué a trabajar solo durante un tiempo. Porque después que nos separamos, allá, en Argentina, yo no sabía hacer música solo –tocaba el bombo. Entonces, a los otros muchachos que se iban a trabajar les compré los instrumentos. A uno le compré el charango y yo tenía unas zampoñas –tenía que encarar la vida, yo estaba solo–, entonces, me a prendí una canción con charango y zampoña. Ahí fue cuando realmente empecé a tocar, cuando estaba solo y con los dos instrumentos.

Entrevistador/a: ¿Cómo aprende a tocar solo?
José L: Yo creo que la necesidad me hizo tocar. Yo sabía [tocar] de haber trabajado en grupos y observarlos, pero nunca me había puesto a tocar. De vista aprendes. Aparte, era muy tímido yo para preguntar. Lo que hacía era observarlo bien e ir a mi casa después y practicar. Entonces aprendí y me subí a los ómnibus. Trabajé como tres meses así. Ganaba muy bien tocando solo; no te tienes que complicar con nadie, ni esperar a nadie. Pero siempre seguí con mi sueño de formar un grupo. Me iba bien. Conocí todo Buenos Aires tocando en los ómnibus, los trenes, los subtes. En todos lados me perdía, pero conocía.

Entrevistador/a: ¿Nunca hizo alguna actividad vinculada a la artesanía?
José L: No. Un músico de verdad no está vinculado a la artesanía. Ahora, un músico que sólo se hace músico por recursearse [sic], o sea, sabe tocar algo para recursearse [sic], se puede dedicar también a la artesanía; es un artista, no es músico. Es ese que si ve que en este lugar puede hacer música y puede sacar plata, lo hace. Pero si ve que gana más vendiendo artesanías, se pone a hacer unos collares, unas trenzas, y se pone a vender. Si ve que puede pintar, pinta. Pero un músico de verdad es músico, nada más. Hay gente que si se presta, es autodidacta y hace todo. Yo, por ejemplo, si quiero arreglar una chapa no voy a llamara a un herrero; si a mí se me rompe un zapato no lo mando a la zapatería; yo lo arreglo, en serio. Hay gente que es así, yo soy así. Lo que pasa es que en mi casa nos enseñaron así; mis padres eran así. Mi madre, si tenías un pantalón roto, no lo tiraba, lo cosía poniéndole un pedazo de tela sobre lo roto. Eso se hacía en mi casa. Y no sólo en mi casa. Creo que muchas personas son así.

Entrevistador/a: ¿Nació en la ciudad, en un pueblo o en el campo?
José L: Yo, lamentablemente, nací en ciudad. Me hubiera gustado vivir en el campo o en una comunidad. Ahora, de hecho, cuando me vuelva a Perú, me voy a internar en una comunidad. Quiero experimentar esa vida. Porque ellos se autosustentan, viven todos juntos, pero no es como una ciudad. Y son de grupos indígenas, así que hay que aprender el idioma: quechua o aymará. Porque yo soy quechua por mi padre y aymará por mi madre, y mi madre nos estaba enseñando el idioma, pero yo me fui de casa y perdí el idioma. Ahora sé palabras que aprendo por Internet, libros, por las canciones que hacemos en esos idiomas.

Entrevistador/a: ¿Cuando llega a algún lugar se hospeda con amigos o en hoteles?
José L: De hecho sí, acá estoy en la casa de un amigo. Pero he pensado en comprarme una casa; cuando estuve viviendo ahí lo pensé y ahora lo pienso de vuelta. Lo que pasa es que tendría que comprarme una casa en Uruguay, por ahí por Rocha; haría un gasto tremendo pero no me voy a quedar ahí. Una en Brasil, seguramente, necesite también. Siempre pienso en establecerme, y me preguntan también [al respecto]. Pero es que conozco tantos lugares lindos, hay tanta gente linda acá y allá, que es muy difícil decidirse. Eso me complica.

Entrevistador/a: ¿Cómo viaja?
José L: Ahora lo hago en bus. Antes, a veces, era a dedo. Una vez que conoces y vas ganando dinero, ya no precisas hacer eso; te vas tranquilo en bus, te das [sic] tus comodidades. Y tampoco puedes, porque yo ando con equipos de música ahora.

Entrevistador/a: ¿Todos los instrumentos que utilizas son típicos de los Andes menos la guitarra criolla? Si se le rompen ¿a quién puede recurrir?
José L: Los arreglo yo, porque no hay a quién ir. Yo tenía unas zampoñas, que mi hijo las agarraba, las tiraba, las rompía, porque como él me veía tocar, quería hacer lo mismo. Y yo las arreglaba; las he pegado tantas veces que yo ya iba a tirar ese instrumento, pero al final las sigo arreglando porque tienen ya un sonido tan especial que no las puedo tirar; me ha acompañado tanto ese instrumento que lo reparé, lo dejé como nuevo. Me he comprado otros instrumentos nuevos, pero igual sigo usando esos. No sé si será que de tanto uso ya adquirió un valor especial. El instrumento nuevo suena diferente, no es igual. Lo arreglo, consigo cañas o a veces alguien que viene, algún peruano o boliviano, me trae algo, compro los instrumentos o cosas para arreglarlos. Consigues cosas para arreglar. Así los afino, los arreglo.

Entrevistador/a: ¿Cómo es Uruguay?
José L: Personalmente, a mí no me hizo sentir extranjero. Siempre la gente ha sido muy amable conmigo; incluso, ha habido personas que se me acercaron para saber si estaba bien, si tenía un lugar donde dormir. Yo no me quejo de Uruguay. A mí me trató muy bien, como si fuera de acá. Conozco mucha gente de Uruguay. Ese es mi caso. Hay otros casos que son diferentes, porque no vienen a dedicarse a la música.

Entrevistador/a: ¿Cómo es Perú?
José L: Perú es muy especial. El peruano es muy machista. No sé si yo [lo soy]. Es que allá hay dos realidades que son muy diferentes. Una [realidad] son las comunidades (allí la vida es muy diferente) y otra son las ciudades (las ciudades son como acá). El capitalino siempre va a estar menospreciando al del Interior; allá es así. El de capital, el de Lima, si llega uno del Interior lo menosprecia, siempre lo esta ofendiendo, siempre se está aprovechando de él. Es muy duro. Si tú vas a la capital, vas a ver una cosa así como acá: con su violencia, su delincuencia, manifestaciones, ruidos, gente por aquí y por allá. Ahora, si tú vas a una comunidad, a un pueblo del Interior es totalmente diferente: te van a brindar su amabilidad. Aunque no tengan nada, igual te van a brindar lo mejor para que tú pases bien. En la ciudad, no tienen tiempo. Por eso no sé qué decirte del Perú, porque te puede tratar bien como puede ser de lo peor. Como país, geográficamente, es lindo; tiene paisajes que son hermosos. Yo, de hecho, no conozco todo; sólo conozco la parte del Sur. Me gustaría ir a la selva, que siempre quise ir.

Entrevistador/a: ¿Se define de alguna corriente o partido?
José L: ¿En qué país? Yo creo que, a esta altura, la política ha defraudado mucho. Es muy difícil confiar en ellos [los políticos]. Y pasa en todos los países en que he estado. En Perú, en Uruguay, en Argentina, en Brasil es lo mismo. Hay mucha corrupción. Y cómo usan a la gente… Por ejemplo, allá en Perú, abusan de las necesidades de la gente, y la gente misma no se da cuenta, se deja llevar por lo que dice un político (capaz que es porque tiene esperanza en lo que dice un político). Actualmente, no confío mucho en la política, no soy simpatizante de nada, ni de derecha, ni de izquierda […]. Tenía simpatía por la izquierda, porque yo pertenezco al grupo de gente que está vinculada a las comunidades de indígenas, donde se cometían muchas injusticias, donde no tenían oportunidades para nada, y obviamente que se va creando un repudio, un odio hacia la derecha. De hecho, yo creo que así es como nace la izquierda: contra el blanco. Al ver tantas injusticias en los pueblos, ellos se levantaban; al no tener una respuesta justa, el pueblo mismo hacía su propia justicia. Y así pasaron a llamarlos subversivos o terroristas. En ese momento, yo si tenía bien en claro que era izquierdista, pero llegó un momento en que se corrompió, porque había grupos que los ayudaban y había como negocios. Al final me abrí.

Entrevistador/a: ¿Entre quién era la lucha?, ¿era entre pobres y ricos, indígenas y blancos o era entre corrientes políticas?
José L: Está todo muy mezclado ahí. Porque hay un preconcepto de que la gente indígena es muy carenciada, y eso no es cierto. La gente indígena se vuelve carente cuando va en busca de nuevas oportunidades, porque en su región no hay carencias, o sólo cuando hay una sequía […], pero ese tipo de carencias tenemos. Pero en sí, carencias económicas, no hay. Pero cuando llegas a la ciudad, sí, porque la ciudad… No sé, ya quieres vestirte como el otro; si aparece un equipo que salió recién, tú también quieres tenerlo. Entonces, con todas esas cosas te olvidas de lo otro. Eso pasa mucho. Cuando tú vuelves a la comunidad, todos son de pelos lacios, pero tú te haces ya la permanente; [vienes] cantando rock, y te olvidas de tu música andina. Pasa eso.

Entrevistador/a: ¿Por qué se van de la comunidad?
José Luís: Yo creo que es un poco por curiosidad. Son muchas cosas. Y por querer tener cosas sofisticadas, que en el sistema de ahora no las tienen. Quieren trabajar para tener más dinero, para tener cosas materiales. Pienso que eso. Se olvidan de lo otro, que es lo esencial. Yo te hablo de lo que es mi experiencia personal; no te puedo hablar de lo que está pasando en el país. Uno quiere salir a ver "lo otro", hay gente que quiere tener su propia plata, no se llevaba bien en su casa, problemas familiares... En mí caso, quería conocer la ciudad, trabajar, ganar plata, para poder mejorar nuestra situación. Nosotros ya vivíamos en una ciudad, pero quería algo más grande. En la ciudad, todo el mundo intenta superarse, estudiar, comprar cosas. Nosotros somos siete hermanos, así que muchas cosas que mi hermano mayor usó, las usé yo. Nosotros no perdíamos nada, por eso no éramos carentes; solamente éramos… Es una cuestión de cultura: para qué íbamos a comprar, si ya teníamos. A mis hermanas sí les compraban, a ellas sí les dieron todos, porque los hermanos mayores apoyábamos; ellas ya estudian.

Entrevistador/a: ¿Usted hasta qué nivel educativo hizo?
José L: Hice todo, hasta servicio militar. Estudié en un instituto anglicano, pero me cuesta. Hice primario y secundario completo, pero me costaba mucho, no me gustaba estudiar.

Entrevistador/a: ¿Por qué toca un estilo de música andino y no otro?
José L: Me gusta toda la música: la salsa, la cumbia, el merengue, el rock, el reggaeton, La Vela Puerca, la música clásica, la música árabe. Ahora, lo que me cuesta entender es la música de rock metálico, el heavy metal; a veces me pongo una canción para poder entender, pero me cuesta mucho. He visto un grupo así, ensordecedor. Me gusta toda la música, pero si yo llego a tener un grupo propio constante es para hacer música andina, porque es lo que me identifica. Los temas que yo tengo tienen un sentido andino, de los Andes, con mensaje ya no de lucha sino de esperanza, no de alce [rebelión] sino de convivir entre países, partidos o religiones, porque es lo que más nos perjudica.

Entrevistador/a: ¿Tiene una religión definida?
José L: No, sería la música. No estoy en contra de las religiones, ni nada de eso, ni de la umbanda. Tengo amigos en todas las religiones: hare kri_h_as, adventistas, católicos; comparto con ellos sus religiones, voy a las reuniones que hacen, pero nunca me identifico. No soy de los que están en posiciones extremistas o católicos o musulmanes; eso no me gusta, pero yo me identifico con la música, no con una religión. Puedo venir a la Iglesia católica, pero eso no me hace católico. Vengo para dar mi fuerza, mis ganas, mi energía. ¿Qué más quieres que te cuente?

Entrevistador/a: De su llegada al país ¿hablamos?
José L: Es que yo me salteé muchas cosas, porque yo soy un afortunado. A veces voy caminando por la calle y me para una señora, me pregunta de dónde soy [y me dice] que le gustaría conocerme, pasamos tres horas conversando, y ya queda una amistad, queda ese contacto. Mientras que yo voy hablando me voy acordando de ciertas cosas. Por ejemplo, en mi primer viaje de Perú a Bolivia teníamos que pagar para salir del país, y dimos toda nuestra plata (no conocíamos a nadie en Bolivia). Nos subimos al ómnibus, cruzamos la frontera, y ahí teníamos que tomar un ómnibus a La Paz, Bolivia, pero nosotros no teníamos para el boleto. Así que subimos y tocamos en el ómnibus. Le dijimos al chofer que no teníamos plata para el boleto, pero que íbamos a tocar en el ómnibus y que lo que juntáramos se lo íbamos a dar. Y así hicimos. Si no nos íbamos a quedar en el medio de la nada (en ese lugar no había nada). Luego de cruzar la frontera, había un puente; después, unos locales, unos negocios, y a las siete u ocho ya no había nadie. Tomamos el último ómnibus, no teníamos otro. Empezamos a tocar y fue muy divertido. Inclusive, ahí conocimos gente, peruanos que siempre viajaban, y nos dijeron dónde quedarnos y lo que podíamos hacer una vez que llegáramos. Así, ya no estábamos tan a la deriva […]. Llegamos tarde, cuando ya no podíamos tocar. Entonces nos llevaron a un restaurante que tenía abierto las veinticuatro horas. Uno de nuestros amigos tenía un reloj y lo cambió por cuatro cervezas; nos quedamos así tomando hasta que se hizo el amanecer.

Entrevistador/a: ¿En las fronteras, con los instrumentos, no se les complica para pasar?
José L: No. Al ver que es un grupo de música, no. Pero si vas solo sí. Es muy complicado pasar, te buscan cualquier excusa. Te dicen: "ah, si eres músico tócate algo". Te abren [el equipaje] y revisan mucho más si vas solo. Paso con el pasaporte por todos lados; yo no tengo cédula de identidad uruguaya, y siempre paso. A mí, lo que me beneficia es que soy muy tranquilo. Entonces, me revisan, me preguntan y repreguntan, pero yo no me pongo nervioso. Es que te quieren impresionar, porque se aprovechan, pero no es así. Cuando vine de Argentina para Uruguay tuve problema por el tema del pasaporte; me decían que no estaba bien, que no era legal. Pero yo estaba tranquilo, sabía que estaba todo bien. Ellos me decían, después, que yo estaba ilegal en Argentina, pero no era cierto. Ellos son corruptos: esperan que tú les des dinero para que te dejen de molestar, pero yo no iba a hacerlo. Así que les decía que si ellos creían que era un ilegal que me llevaran a la comisaría detenido y que si no me tenían que dejar pasar. Pero te dicen cualquier cosa. Sólo joroban a los peruanos, a los bolivianos; es una cuestión más de discriminación. Porque si tú vas a Argentina no te hacen problema, pero a nosotros no nos quieren ni dar la visa para estar legalmente. Lo mismo pasa en Estados Unidos; a los uruguayos les dan visa, pero a los peruanos no les quieren dar sólo porque son peruanos. Piensan que si sos peruanos, se pueden abusar de ti o que vas a hacer todo ilegal. Y es también un tema de plata, porque si sos peruano con tarjetas internacionales, o sea, si sos peruano con plata, que puedes comprar cosas, pasas.

En Estados Unidos no es que a todos los latinos no dejen pasar; es a los peruanos y bolivianos, sobretodo al peruano, porque el peruano hizo quedar muy mal  [a Perú] a nivel mundial; muchos eran carteristas, es decir, ladrones, o traficantes. Entonces, cuando yo digo que soy peruano, ya te miran de otro modo, te revisan todo; también es por eso. Hay mucho peruano traficante, no sólo de droga, sino de todo, y mucho falsificador. El peruano te falsifica cualquier cosa. Si quieres un buen documento falso, tienes que comunicarte con un peruano, y acá, mismo en Uruguay, también hay; son los mejores. Y ese concepto lo tienen en cada lugar. Por eso te vigilan, te miran mil veces el pasaporte para ver si no es falso, te tienen horas esperando mientras revisan una y otra vez todas tus cosas, te vuelven a preguntar, te acusan.

Entrevistador/a: ¿Por esos mismos preconceptos tienen inconvenientes en Uruguay?
José L: Aquí no. Lo que pasa es que el peruano es muy borracho, y cuando toma, arma lío: se pelea, rompe cosas. Acá lo que hay es ese concepto. Yo vengo acá y por más que yo no sea así, me pongo a tomar con ellos y ya me miran mal, porque dicen: "ah, éstos son peruanos, van a hacer lío", y nosotros no estábamos haciendo nada, sólo tomábamos como cualquier otro. Pero sos peruano y te ven tomando, y piensan que te vas a emborrachar y a traer problemas. Lo mismo pasó en Buenos Aires, porque fue mucha gente que era así, y luego, sobre cualquier peruano que ven ya piensan eso, de antemano. Meten a todos en una misma bolsa. Lo mismo pasa con el tema [de los robos]: ven un peruano y piensan que los va a robar. Y hay algunos que roban, pero no son todos. Acá ya se está armando ese preconcepto; en Argentina, ya está hace tiempo, pero acá es más de ahora. Y es una lástima.

Decir que hay peruanos que son borrachos, que se pelean, que rompen todo, y hasta que se acuchillan, no es mentira; hay lugares en donde pasa eso. Yo, antes iba a lugares en donde se armaban problemas. Hace unos cuantos años atrás, enfrente a la Embajada, se alquilaba un lugar y se hacía una fiesta de tradiciones peruanas. Nosotros, como músicos, íbamos a apoyar. Pero a eso de las cuatro de la mañana ya todos estaban borrachos, se empezaban a pelear y entonces llegaba la Policía. Siempre pasaba. Después dejé de ir, porque no me gustan esos ambientes; sí me gusta tomar unas copas, un poco de música, pero llegar a ese extremo, no […].
 
Entrevistador/a: ¿Por qué se pelean? ¿Hay distintos grupos?
José L: No. Es porque están borrachos y les gusta la pelea; puede ser por cualquier excusa. No es que haya grupos (o no debería haber). Tú no te vas a alejar de tus amigos porque ellos sean de Paysandú y tú de Montevideo; eso es una tontería. Y si pasa, es muy tonto. Yo, que he viajado mucho, que conozco distintos lugares, sé que no hay que mirar al "otro" mal por ser de otro lugar. Sí pasa que hay peruanos que sólo se juntan con peruanos de su región; es por el grado de educación que tienen. Uno que conoce mucho, que sabe mucho culturalmente [sic]
no se aparta de alguien por ser de otra ciudad, no se lo deja de saludar. Una persona que piensa así, que sólo está con los de su región, no tiene valores. Pero sí pasa, y es triste.

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